Historias del pasado


- Ya veremos. Vamos a darnos prisa. – Sadie zanjó de esta forma el asunto. Revelar este tipo de información nunca había sido fácil para ella. No era algo a lo que resultara cómodo. Afortunadamente, tampoco tenía que hacerlo con mucha frecuencia.

El eco de sus pasos en el asfalto era lo único que acompañaba a sus pensamientos mientras caminaban rumbo al hospital. El silencio entre los dos no les resultaba incómodo  ya que tenían demasiado que procesar.

Sadie empleó apenas un minuto en recordar el comentario de Jude acerca de su manera de mirar a Roderick. Por supuesto que le miraba de forma especial. Ella era una mujer, y él era muy guapo. La armonía que su figura desprendía no podía dejar indiferente a nadie. Claro que le gustaba observar cómo movía las cejas debajo del flequillo al hablar, su modo de apretar los labios cuando estaba preocupado, la forma de perder la azul mirada hacia la derecha cuando cavilaba… de igual modo que le podía gustar ver a determinado actor en una película o a un modelo en una revista. Pero de ahí a querer algo más… Jude sabía tan bien como ella que eso nunca era buena idea. Y ambos lo tenían más que claro. Ella era más que mayorcita para esas sensiblerías de recién convertida. No, se negaba a perder el tiempo con las burlas de Jude. Tenía otras cosas más importantes en las que pensar. Archie, la sangre, qué pruebas hacer, dónde esconderse… Y a eso se dedicó mientras caminaba.

Rod, por otro lado, estaba confuso. No quería pensar en lo que pudiera pasar ahora. Le daba igual si su sangre era adecuada para los experimentos de cuatro enfermos. Él sólo quería aclarar la muerte de su madre. Y la de su padre por lo visto también. Quería estar furioso con Sadie por estar implicada en su orfandad. Necesitaba odiar a alguien, necesitaba una figura a la que culpar de toda su tristeza y abandono, de su soledad familiar, de la injusticia cometida con una persona tan noble como era su madre. Quería descargar su ira en algún objetivo concreto, pero le resultaba cada vez más difícil hacerlo sobre ella.

En cierto modo le atraía la forense, pero no podía discernir hasta qué punto esto no era debido a la situación. Le había salvado la vida. Así de sencillo. Se sentía en deuda con ella. Seguramente eso era lo que le había hecho fijarse en ella más allá de lo que la testosterona manda. O quizás era curiosidad por saber qué era exactamente. No le sonaba haber oído hablar nunca de ninguna enfermedad que consiguiera curar las heridas más rápidamente de lo normal. Y aunque así fuera, ¿por qué querrían curarse? Seguramente esta “sanación exprés” tuviera mucho que ver con el hecho de que apenas envejecieran. Si es que realmente Sadie Cooper no es la hija de Sadie Weasley, por poco sentido y lógica que eso tuviera. Sentía un creciente interés hacia su persona, sus circunstancias. Quería saber más cosas de ella. Pero no sabía qué le atraía más. Si el hecho de poder entender por qué había podido arrancar las bridas de Jude sin esfuerzo alguno o la oportunidad de pasar un rato hablando tranquilamente con ella. Se sentía confundido, aunque de forma optimista.

Pese a lo complicado de la situación, sentía un ligero, reconfortante e incomprensible sosiego interior olvidado desde aquella infortunada noche de la tormenta de viento. El contacto físico con Jaimee había sido tan placentero como transitorio. La situación le vino rodada y se quería demostrar a sí mismo que podía retomar parte de su vida en el terreno sentimental, pese a que sabía que de sentimental todo aquello tenía poco o nada. Los minutos pasados en el cobertizo suponían un antes y un después para Rod en su manera de ver a Sadie. Aunque aún tenía que ordenar esos sentimientos para saber si se debían al continente o al contenido.

En estas andaban los dos cuando atravesaban la puerta de personal del hospital.

Con paso firme y decidido Sadie se movía con familiaridad por los interminables pasillos del edificio abriendo puertas con la tarjeta de seguridad que llevaba su nombre. Apenas se cruzaron con un par de enfermeras que respondieron rutinariamente a su saludo.

Cuando a Rod le parecía que no podía haber más pasillos, bajaron un par de tramos de escaleras y tras atravesar un pequeño hall, se pararon frente a una puerta de lo que, a juzgar por el letrero, era el despacho de la Forense Jefe, Sadie Cooper.

La estancia rectangular no era muy amplia y apenas contaba con dos ventanales alargados en la parte superior de la pared principal. Sobre el par de mesas de madera yacían varios montones de papeles pulcramente ordenados, los ordenadores, un teléfono y poco más. El resto de paredes estaban forradas de estanterías hasta el techo llenas de coloridos archivadores dando la sensación de que la habitación tenía menos metros de los reales.

Sadie abrió un cajón bajo la mesa y extrajo una llave. Le hizo señas para que le acompañara al laboratorio contiguo.

Una vez dentro y con los fluorescentes ya encendidos, hizo a Rod sentarse junto a una mesita de extracciones y le pidió que se quitara la chaqueta para dejar el brazo al descubierto mientras ella preparaba el instrumental necesario.

Rod se iba poniendo nervioso por momentos. No le gustaba nada hacerse análisis. Odiaba el pinchazo y evitaba mirar mientras duraba el proceso.

Sadie se sentó frente a él mientras sacaba varios tubitos de sus bolsas esterilizadas e iba haciendo anotaciones en rotulador en ellas. Cuando levantó la vista se encontró a Rod con ambos brazos juntos extendidos hacia ella y no pudo evitar una carcajada.

- No te rías, ya te he dicho que me ponen muy nervioso las agujas. – dijo extendiendo el labio inferior hacia abajo en un puchero de aire infantil.

- Anda que… un tío grande como tú – se mofó usando un tono maternal.- No te preocupes, soy muy buena extrayendo sangre, venga, tú déjame trabajar a mí y mira para otro lado mientras tanto. No te vas a enterar.         
Sadie anudó la cinta elástica alrededor del tenso bíceps y se acercó los utensilios.

- Cierra el puño y dime por qué se llama el pub The Mocking Bird si en el cartel no sale ningún pájaro sino una especie de ¿máscara o así?

Esa pregunta pilló desprevenido a Rod y la sorpresa le ayudó con el trago del pequeño pinchazo que, con sumo cuidado, le practicaba la forense. Notó sus dedos fríos a través del guante de latex.

- Abre el puño y contesta, venga. – Sadie llenaba el primer tubo.

- Bueno, es que eso es más o menos secreto de estado. – añadió con voz nerviosa y la mirada clavada en la blanca pared del fondo.

- ¿Y eso? ¿No es un pájaro entonces? ¿Lo tengo que adivinar?

- Puedes conjeturar si quieres, pero no creo que lo llegues a averiguar jamás. – sus labios apretados se volvieron en una media sonrisa.

- Oh, vaya, esto se pone interesante. Vas de misterioso por la vida… Segundo tubo lleno, comienza el tercero.

-Oye, ¿cuánta sangre me vas a sacar? – Pese a que a Rod le divertía la situación, prefería continuar con la conversación cuando hubiera recuperado su brazo.

- Tranquilo, un tubo más y terminamos. No es tanto. Necesito varias muestras para todas las pruebas que tengo pensado hacer. Entonces ¿no es un animal?

- No. No es un animal exactamente.

- ¿Tiene algo que ver con la película de Gregory Peck?

- Eso sería bastante previsible ¿no crees?

- Vaya, vaya… ahora me has picado ¿es una persona?

- Mmm, más o menos.

Por fin Rod sonrió.

- ¿Conocida?

- En sentido general sí. Concretamente todavía no.

- Con estas pistas seguirá siendo secreto de estado toda la vida.  Terminado. Mantén apretado tú el algodón ya puedes dejar de atravesar la pared con la mirada.

Mientras Rod recomponía la rígida postura que había mantenido durante el último minuto se dio cuenta de que Sadie estaba extremadamente pálida. Se asustó, porque normalmente era esa su reacción, no la del médico.

- ¿Te encuentras bien? ¿qué te pasa? Estás blanca como la leche.

Sadie se levantó de un respingo y le dio la espalda mientras recogía las muestras y las terminaba de etiquetar nerviosamente.

- No te preocupes, soy hipotensa y cuando llega el calor me pasa siempre. Hoy ha sido además un día muy largo y estoy cansada pero se me pasa en seguida, de verdad.

Estaba claro que no quería seguir hablando del tema. Seguramente, pensó Rod, sería una de esas mujeres que no les gusta reconocer cuando están enfermas. De las que van de fuertes por la vida. Se la imaginaba adicta al trabajo, no habiéndose quedado en casa jamás por una gripe o incluso una resaca.

Los primeros acordes del Come as you are le sacaron de sus cavilaciones.

- Jude, ya tengo las muestras ¿qué hacemos?... ¿estás seguro?... sí, es verdad… vale, vamos para allá en seguida. Si hay cambios llámame…¿qué haces tú?... entiendo. Vale… gracias. Cuídate.

Rod apenas había escuchado la conversación ya que andaba atando cabos mentales sobre la melodía del móvil que acababa de escuchar.

- Nos vamos al piso franco. Jude dice que está despejado. Nadie conoce de su existencia y así tendremos vigilados a Archie o Hayden si se intentaran acercar. Tiene razón, nos conviene conocer en lo posible sus pasos. Andando.

Rod esperó de pie con la mano sujetando el algodón del brazo a que Sadie metiera en un maletín cuadrado de aluminio que ya contenía varios instrumentos médicos una de las muestras dejando el resto con una nota con el nombre de “Morgan” en una cámara frigorífica con la puerta de cristal.

A Rod le preocupaba que la bajada de tensión de Sadie se le agudizara con las prisas. Seguramente tendría que ver con su enfermedad. En ese momento lamentó haber cuestionado las razones para buscar tan desesperadamente una cura.

Intentó sin éxito cogerle el maletín un par de veces mientras deshacían el camino andado anteriormente.
Al salir a la calle ya había comenzado a amanecer. El día se presentaba caluroso a juzgar por el nivel de humedad que se respiraba ya a esas horas.

Se cruzaron con un par de borrachos que volvían a su casa intentando infructuosamente sostenerse el uno al otro mientras balbuceaban una canción que Rod creyó identificar como el Sweet Caroline de Neil Diamond.

Ya en la calle principal, las cornershops abrían sus puertas para vender los primeros ejemplares de los periódicos vespertinos del día y los ejecutivos más madrugadores se arrastraban hacia las paradas de autobús con semblante soñoliento.

Rod seguía preocupado. A él le costaba seguir el ritmo calle arriba y se consideraba en buena forma. Iba detrás de ella no solo por eso, sino para poder sujetarla si se desvanecía en cualquier momento. Volvió a intentar convencerla de que le dejara llevar el maletín pero sólo recibía por respuesta un apresurado “no, gracias”.

Por fin pudieron parar un taxi. Una vez dentro comprobó que Sadie tenía mejor aspecto aunque se notaba que estaba alterada.

- Vamos primero a tu casa, coges ropa y comida para varios días y nos bajamos al apartamento ¿de acuerdo?

Mientras asentía, ella marcaba el móvil.

- Jude ¿despejado?... perfecto, gracias. Sí, rápido, lo sé. Tranquilo… adiós.

Rod entró atropelladamente en casa mientras hacía una lista mental de las cosas que quería coger. Cuando terminó de meter pasta, arroz, las frutas y verduras frescas del frigorífico y alguna lata en una bolsa de lona del supermercado se dio cuenta de que Sadie no estaba con él.

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal de abajo arriba.

- ¿Sadie?

Despacio, sin hacer apenas ruido al andar, y blandiendo el cuchillo más grande de la tacoma de la cocina dobló la esquina del pasillo. Al fondo, en el quicio de la puerta, estaba Sadie de pie con mirada burlona.

- ¿Pero qué coño haces ahí parada? Me has dado un susto de muerte.

Rod se arrepintió al instante del modo que había usado para dirigirse a ella. Era su miedo el que hablaba por él.

- ¿Puedo entrar?

La consulta, por extraña, le volvió a poner en guardia.

- Pues claro que puedes entrar. ¿Por qué lo preguntas?

Sadie hizo caso omiso a la pregunta, inhaló profundamente, cerró los ojos y dio un paso hacia adelante pisando suavemente la tarima del suelo. Una vez franqueada la entrada, sonrió abiertamente y le miró agradecida.

En cuestión de segundos pareció recomponerse y volver a su estado de agobio habitual.

- ¿Qué te falta?

- Mmm, ropa, mi Kindle, mi guitarra… - En ese momento recordó que su vieja guitarra, la única que tenía en casa en ese momento, estaba en su habitación. Habitación a la que no había conseguido encontrar el momento de regresar desde la noche de la tormenta de viento.

Rod enturbió la mirada y la dirigió inconscientemente hacia la puerta de su cuarto. Sadie comprendió al instante.

- ¿Quieres que entre yo?

La propuesta le enterneció a la vez que le sorprendió comprobar lo ágil que era captando el lenguaje no verbal. De todos modos, se obligó a negar con la cabeza y a afrontar la situación de una vez por todas.
Abrió la puerta lentamente y encontró todo en su lugar. Agatha, la chica que le mantenía su apartamento decentemente limpio y ordenado todas las semanas, se había afanado en recuperar la normalidad por lo que no pudo encontrar ni rastro de la presencia de su madre.

Sin darse más tiempo a reflexionar, sacó una mochila del armario, metió varias camisetas al azar, un par de vaqueros y varias mudas, su vieja guitarra, el lector y salió como una exhalación cerrando de golpe la puerta al salir.

- ¿Estás bien?

Rod asintió sin pronunciar sonido alguno.

- Pues salgamos de aquí ya mismo.

Al entrar en el apartamento ocupado un piso más abajo, les deslumbró la luz del sol que entraba a raudales por la ventana. Ella fue directa a correr la cortina mientras Rod, en un rápido movimiento, dejó sus cosas en el sillón y se dirigió al cuarto de baño.

Sadie le oyó sollozar durante varios minutos pero prefirió respetar su intimidad.

Mientras, se dispuso a organizar la que sería su mesa de trabajo en los próximos días. Su cerebro comenzó a trabajar a mil por hora haciendo una lista mental de lo que debía hacer. Mientras se encendía el ordenador, metió las muestras en el frigorífico, sacó un par de libros de consulta, un cuaderno y comenzó a garabatearlo con cifras y fórmulas. Tan concentrada estaba que pegó un respingo cuando oyó la voz de Rod a su espalda.

- Tengo que saber quién mató a mi madre.

Los hinchados ojos del chico no admitirían ningún tipo de subterfugio o excusa. Y tampoco se lo merecía después de lo que había pasado.

Le invitó a sentarse en el sillón y ella arrimó la silla de ruedas del escritorio hasta colocarse frente a él. Inspiró fuerte y decidió soltar a bocajarro lo más duro. Se arriesgaba a una reacción violenta o negativa, pero contaba con la ventaja de que él era consciente del peligro de salir de aquella estancia.

- Lo que tenemos no es una enfermedad, es una condición. Somos sanguívoros.

Estudió atentamente sus gestos pero apenas pudo detectar un ligero fruncimiento de ceño. Estaba claro que no había entendido nada. Y que no se había dado cuenta de lo que las repercusiones de la palabra que acababa de soltar. Decidió seguir en el mismo tono explicativo-científico que solía facilitar la tarea.

- Es parecido a lo que antiguamente se llamaban vampiros, palabra que detesto, por cierto, por ser tan peyorativa, tan restrictiva e inexacta.

Esta vez la tensión muscular de Rod se hizo algo más evidente. Inconscientemente hundió para atrás la espalda como queriendo poner algo más de distancia entre los dos.

- La idea mental que tienes tú y, bueno, todos los mortales, del tema está totalmente distorsionada por el cine, la literatura y la historia. En origen, sí que nuestros antepasados se comportaban de forma violenta y sádica, pero también los humanos de la Edad Media se regían bajo unos valores totalmente obsoletos hoy en día. Existía el derecho de pernada, el ojo por ojo, las violaciones, las decapitaciones públicas, la Inquisición, el esclavismo, el vasallaje… y aunque aún tengamos que leer que ciertas de esas prácticas siguen llevándose a cabo hoy en día en algunos lugares, la mayoría de las personas tienen un nivel cultural suficiente que les hace escandalizarse y reprobar esas acciones. Hoy en día somos civilizados… generalizo, claro, pero seguro que comprendes que si viniera ahora mismo un extraterrestre a la tierra y sólo hubiera tenido acceso a los escritos de la Edad Media, pensarías que es muy injusto que nos juzgara negativamente cuando ya los habitantes del siglo XXI no son ni la sombra de lo que eran. No sé si me explico.

Rod afirmó de forma automática. No estaba segura de si estaba entendiendo lo que ella quería contar. No obstante, siguió, aunque intentando no hacerlo de forma tan aturullada.

- Pues lo mismo se aplica a los sanguívoros. Hemos avanzado igual que vosotros y la ciencia y el progreso nos ha ayudado enormemente a poder vivir mejor con nuestras limitaciones por lo que no hay necesidad de ir mordiendo a inocentes en oscuros callejones.

Sadie tenía la sensación de que Rod la estaba creyendo. Todo era verdad, pero generalmente la gente prefería mantenerse aferrada a sus creencias anteriores antes que aceptar un concepto tan nuevo y diferente. Aún así, no bajaría la guardia. Desconfiaba por experiencia de aquellos que decían haberlo entendido todo de buenas. Nunca era cierto del todo.

- Nuestra dieta nos otorga una longevidad inaudita en términos humanos. Nuestro ritmo de envejecimiento está ralentizado y tenemos noticias de sanguívoros que han vivido más de diez siglos. Como podrás deducir, esta cantidad de tiempo nos permite poder dedicar mucho tiempo al estudio de ciertas materias fundamentales, como la medicina, la química y la física. Entre los humanos, la vida útil profesional de un científico brillante se reduce a cuánto ¿20 años? ¿30? ¿40? Nosotros tenemos siglos para investigar, y eso nos ha hecho poder hallar fórmulas para combatir la fotofobia, por ejemplo, que era la limitación más terrible de todas, por lo que cuentan los veteranos. Hay cosas que aún no podemos controlar, como el hecho de tener que ser invitados para entrar en un domicilio particular, aunque bueno, hay mil trucos para conseguirlo…

Como veía que Rod no le hacía la pregunta fundamental y típica, decidió sacar el tema ella.

- Respecto a nuestro alimento, pues obviamente, al ser sanguívoros nos alimentamos de sangre humana principalmente. Podemos comer otras cosas, pero no dejan de ser pequeños aperitivos placebo que no nos sacian en absoluto, meros pasatiempos bucales o rutinas, como el té o el café. La sangre la obtenemos de varias maneras. Hay bancos de sangre públicos para nosotros aunque la mayoría tiene alguna Fuente de Alimentación Regular, o FAR. Se trata de un humano que nos provee de alimento por su propia voluntad. Pensarás que nadie en su sano juicio se prestaría a ser mordido por un sanguívoro, pero al beber, nuestra saliva se introduce en su flujo sanguíneo y el efecto que tiene en un humano sano es el de inmunizarle contra enfermedades víricas y bacterianas. Por ello, la lista de donantes es larga y se concede el título de FAR a cambio de donaciones para poder ayudar a costear y mantener las infraestructuras que necesitamos. Suena muy egoísta pero es tremendamente práctico y esas aportaciones nos son fundamentales.

Sadie no quería seguir con su monólogo. Necesitaba saber qué pensaba Rod.

- ¿Estás escuchando lo que te estoy contando?

En un movimiento ligeramente desafiante, Rod se echó para delante y espetó:

- ¿Un vampiro mató a mi madre?

Sadie arrugó la nariz. Odiaba el término pero no era momento de corregirle. Volvió a inspirar fuertemente y continuó hablando.

- Desde que me convertí en sanguívora, mi área de investigación ha sido la sangre. Tengo la convicción de que en ella está la clave de nuestra condición y algún día lograré encontrar la fórmula que nos vuelva a convertir en humanos. Es sólo cuestión de tiempo y de esperar a contar con la tecnología necesaria.

A finales de los años 70, creí haberme acercado a la solución y, por casualidad, me topé con tu padre, que estaba ingresado con pronóstico muy grave en el hospital en el que entonces trabajaba. Por rutina solíamos coger muestras de sangre de todos los pacientes a los que teníamos acceso ya que buscaba un tipo muy específico con unas características muy definidas y muy difíciles de encontrar. Tu padre, milagrosamente, justo tenía ese tipo de sangre. Le extraje una cantidad y todos los miembros de mi equipo, Anna, Hayden, Archie y yo, nos inoculamos un porcentaje de un compuesto preparado con esa sangre como base. 

Sorteamos los porcentajes.  Yo tuve suerte y la cantidad era tan baja que no noté más allá de una seria molestia. Archie, Anna y Hayden, en ese orden descendiente, sufrieron malestares bastante fuertes durante una semana hasta que un día, de golpe, se les pasó. Pero en seguida pudimos comprobar que no eran los mismos. Para explicarlo rápido y claramente es como si se hubieran vuelto más primarios y salvajes además de haberse vuelto más fuertes. Su instinto de supervivencia a través del alimento se anteponía a cualquier otra cosa. Tenían hambre y comían aquí y ahora. No podían esperar a sus reservas del banco de sangre ni a visitar a su FAR. Han sido, son, indestructibles por su fuerza y su violencia. En breve, tras dejar un reguero de muertos inocentes, tuvieron que abandonar Londres porque la Brigada se les echaba encima.

- ¿La Brigada? – interrumpió Rod.

- Sí. Son las fuerzas del orden de los sanguívoros para temas relacionados con nuestra condición. Jude es uno de ellos, obviamente.

Sadie se levantó para prepararse un té y darle tiempo a Rod a ir digiriendo lo escuchado.

- ¿Y por qué han vuelto? ¿Quieren mi sangre para hacer más vampiros asesinos?

- ¡No somos vampiros! – soltó Sadie un poco más alto de lo que hubiera deseado – y ellos tampoco. Son unas bestias sin sentimientos que son capaces de hacer lo que sea con tal de satisfacer sus instintos.
Pegó un largo sorbo a su té de frutas para serenarse.

- Perdona. Han vuelto porque están perdiendo fuerza. No saben si es el principio de un proceso que les llevará a la muerte o a su estado anterior. En cualquier caso no les gusta, y quieren inocularse más para recuperar su poder. Y ahí es donde entras tú. Encontraron, aún no sé cómo, que Thomas tenía un hijo y bueno, te puedes imaginar lo que ocurrió en tu casa. No sé exactamente quién fue de los tres, aunque sospecho que sería Archie. Ahora no van a parar hasta que consigan la fórmula y tu sangre.

- ¿Dónde está la fórmula?

- En el mejor sitio donde se pueden esconder las cosas. Aquí dentro – y Sadie se señaló la frente con el índice. – han entrado en mi ordenador del trabajo, e intuyo que en el de mi casa también pero hace varios días que no la piso. Sólo les ha servido para apropiarse de la información que Jude me pasó sobre ti. Cuando terminen de leerla volverán a por mí.

- ¿Y por qué no me sacas sangre, haces tu pócima y se la das? Así se acaban los problemas para todos.
A Sadie se le escapó una media sonrisa al oír lo ingenuo del comentario.

- No es tan fácil. No lo haré por una razón. Porque no creo que sea el final de todos los problemas. Si funcionara, que está por ver, aún no he analizado tu muestra, estaría siendo cómplice de los futuros asesinatos que cometan. No estoy dispuesta a crear unos híbridos homicidas otra vez. Además, dudo que esta vez se conformen con una muestra. Han comprobado que al cabo de los años pierden fuerza, por lo que querrán tener una buena remesa de tu sangre. Tengo la intuición de que te quieren entero. No sé si me explico.

Rod no pareció haber escuchado esta última parte ya que añadió:

- Quiero que Archie pague por lo de mi madre.

Sadie estaba aliviada. No parecía guardarle rencor o culparla por todo lo ocurrido. Aunque lo agradecía, ella sí se sentía responsable y llevaría ese lastre toda su eterna vida.

- ¿Tienes algún plan? No es tan fácil como parece.

- Diles que colaborarás con ellos y les inyectas un veneno que les mate.

- ¿Me estás pidiendo que les mate? ¿A sangre fría?

- Si dices que ya has sido cómplice en sus asesinatos, tres más no te supondrán nada.

Sadie se puso de pie de un salto, furiosa. Resultaba que sí que la había juzgado. Una mezcla de rabia y decepción se apoderaron de ella. El hecho de no haber comido en tantas horas tampoco ayudaba a autocontrolarse.

- ¡Escúchame bien! No sé cómo, ni cuándo, pero esto lo voy a solucionar de una vez por todas. Y a ser posible sin que nadie más muera. Parece mentira que un mortal hable tan a la ligera de acabar con la vida de otro ser.

- Perdona, pero a la ligera no me estoy tomando absolutamente nada. ¿O se te ha olvidado que mi madre fue asesinada? – ahora era Rod el que se había puesto de pie y, moviendo rítmicamente la cabeza hacia atrás para quitarse el flequillo de los ojos, la apuntó con el dedo - ¡Me da exactamente lo mismo lo que tú o los demás seáis! ¡Me importa una mierda lo que bebas, comas o vivas! Lo único que quiero es a Archie muerto. Si tú consigues hacerle normal, mejor, seré yo el que lo mate de igual a igual. ¿Qué sigue en plan híbrido? Lo voy a intentar de todos modos aunque me lleve por delante. No pienso quedarme de brazos cruzados después de ver morir a mi madre en mi propia casa por un asunto que a ella no le afectaba. ¡Así que guárdate tus historias para el que las quiera escuchar y ponte a trabajar con mi muestra de sangre ya mismo!

La taza de té que Sadie tenía en la mano izquierda acabó quebrándose en mil pedazos al no poder soportar más tiempo la presión a la que era sometida. El ruido que produjo actuó como llamada de atención y consiguió romper el tono de la discusión.

Ella salió corriendo enfurecida hasta el baño y se encerró dentro. Pero apenas un minuto después abrió la puerta y soltó: - no pienso quedarme aquí encerrada como si fuera una adolescente que se ha peleado con sus padres porque no le dejan salir por la noche.

A Rod, de repente, le pareció que la escena era hilarante y rompió a reírse incontrolablemente, contagiando las carcajadas a Sadie instantáneamente.

Cuando lograron controlar su ataque Rod se puso serio de nuevo, se acercó a ella, le puso la mano en el  hombro y dijo:

- Lo siento Sadie. Perdóname. Mi vida está muy rara últimamente. Todo está patas arriba y no he sabido contener mis nervios. No debí haberte hablado de esa manera. Normalmente no soy así, de verdad.

Sadie le dio un par de golpecitos en la mano que tenía sobre ella y sonrió.

- No pasa nada. Demasiado bien te estás tomando todo. Tu reacción, de hecho, ha sido bastante buena para lo que estoy acostumbrada.

- ¿Ah, sí? ¿Cómo reacciona normalmente la gente cuando se lo cuentas? –Rod soltó la mano y se cruzó de brazos interesado.

- Otro día. Tienes razón, debo ponerme a trabajar ahora mismo. El tiempo es oro – y se pasó inconscientemente la mano por la frente.

- ¿Estás bien? – Rod se había fijado en que volvía a tener la mala cara del hospital.

- Eh, sí, sí, estoy bien, gracias, no es nada – dijo Sadie dándose la vuelta hacia el ordenador  y zanjando de esta manera el tema.

Las siguientes 24 horas las pasaron cada uno abstraído en su pasatiempo preferido.

Rod pudo entregarse completamente a su música y su guitarra, aquella que heredó de su padre y que tenía tantas horas de práctica encima. Con la que aprendió sus primeros acordes, la que repitió hasta la saciedad aquellas melodías de Nirvana primero, Metallica luego y Led Zeppelin o Cream como colofón. Como si volviera a ser un adolescente, revivió aquellas largas tardes de invierno en las que se encerraba en su habitación tras el instituto para ejercitar los dedos y ganar agilidad. Entonces como ahora, perdía con gran facilidad la noción del tiempo. Tocaba por inercia, los dedos iban solos, dejándole tiempo para entregarse a sus pensamientos y reflexionar sobre lo escuchado hacía un rato. Paró para cenar solo y se echó a dormir en el sillón cuando la noche estaba ya bien asentada.

Sadie, mientras, hacía lo propio con la sangre. Rod la observaba de refilón de vez en cuando. Estaba totalmente abstraída con sus pensamientos. A veces murmuraba en voz alta pequeñas observaciones ininteligibles para un oído no familiarizado con la química. Tecleaba a gran velocidad en el ordenador buscando información sobre fórmulas y compuestos. Leía extensas tesis y artículos con gran detenimiento mientras tomaba notas o imprimía lo más interesante.

Un par de veces le sonó el teléfono. Siempre parecía ser Jude. Por lo que pudo deducir, seguían sin tener alguna idea de dónde podrían estar Archie y Hayden. Ella llamó en varias ocasiones a un tal Morgan, que debía ser compañero del hospital y le echaba una mano con aquellas operaciones que no podía llevar a cabo en el apartamento. Hubo una llamada que llamó la atención a Rod especialmente. Pese a que Sadie se fue a la parte de la cocina a hablar con más discreción, los metros cuadrados del apartamento no eran suficientes como para silenciar completamente la conversación. Ella preguntó a la persona a la que llamaba si podían verse urgentemente pero por su cara de angustia la respuesta debió ser negativa. Colgó tras quitarle verbalmente hierro al asunto aunque su expresión indicaba claramente lo contrario.

Por lo demás, cada vez que él le ofrecía algo de comer, ella declinaba la oferta sin levantar la nariz de la pantalla.

Cuando Rod abrió los ojos a la luminosa mañana siguiente, Sadie seguía en el mismo sitio en el que la dejó la noche anterior. A su “buenos días” le contestó sin darse la vuelta moviendo la mano derecha mientras con la izquierda seguía anotando en su cuaderno. No podría asegurar si habría dormido algo o no. Tenía peor aspecto que el día anterior aunque no parecía ser consciente de ello. Vistas las reacciones anteriores cada vez que se había preocupado por su estado, decidió no comentarlo.

Al salir de la ducha estaba de nuevo al teléfono con Morgan. La conversación duró todo lo que tardó en desayunar, por lo que decidió volver a sentarse en la moqueta mirando a la pared con su guitarra.

El día transcurrió de forma similar al anterior. La temperatura era bastante alta ya y resultaba muy agradable poder contrarrestar el encierro con la brisa casi veraniega que discurría de una ventana a la otra.

Cuando el calor bajó al final de la tarde, Sadie se levantó a darse una ducha. El ruido del agua sacó a Rod de su concentración y decidió dar un descanso a sus dedos. Mientras hacía estiramientos para desentumecer el cuerpo ella salió de la ducha ya vestida peinándose su oscuro pelo liso con un peine de púas gruesas.
Por primera vez en tantas horas, se dirigió a él.

- Te he oído cantando en ¿español puede ser?

- Sí. Era español. Estuve viviendo en Madrid tres años en mi etapa universitaria. Jo, qué tiempos… - Rod sonrió interiormente y perdió la mirada.

Sadie deseaba sonsacarle algo de su vivencia española por pura curiosidad pero también por descansar la cabeza con un tema distinto al que le había ocupado durante las últimas horas de forma tan obsesiva. Se sentó en el sillón dispuesta a escuchar.

Tuvo suerte, porque él tenía también ganas de hablar. No era una persona especialmente charlatana, pero tantas horas recluido consigo mismo haciéndose mil preguntas habían conseguido entumecerle el cerebro. 

Tampoco era el tema que más le gustara sacar en este momento, pero fuera verdad o mentira lo que le había contado Sadie el día anterior, se merecía una pequeña confidencia que, además, a ambos les vendría perfecta para relajar el ambiente. Aún recordaba con culpa la forma en que la gritó el día anterior.

- Me matriculé en Sonido y conseguí una beca Erasmus en segundo para irme a estudiar fuera del Reino Unido. Más que por razones académicas, lo hice por la experiencia de vivir en otro país y España le pareció un buen lugar. El clima era agradable y los españoles, ya se sabe, tienen fama de divertidos. Llegué en otoño de 1995 a Madrid sin saber qué esperar. Encontré rápido un piso compartido en el centro. Como la gente era muy abierta allí en poco tiempo hice un grupo de amigos bastante bueno y con mucha paciencia con mis lentos progresos con el idioma. – Rod soltó una carcajada, como recordando alguna anécdota concreta.
Lo que no sabía antes de ir es que iba a coincidir con una época en la que se vivía una pequeña ola musical muy interesante en la capital. La escena independiente estaba en plena efervescencia. Absorbían y copiaban todas las tendencias británicas indiscriminadamente. Cada día de la semana había algún concierto en algún bar, surgían grupos nuevos de debajo de las piedras. Yo vivía en pleno barrio indie y no tenía más que bajar a la calle para estar metido en el meollo del movimiento. Como tocaba la guitarra y además era inglés, en seguida llamaba la atención.

Esta vez fue Sadie la que sonrió para sus adentros imaginándose los estragos de un joven músico inglés tan guapo entre las chicas españolas.

- El número de horas que pasaba en la calle iba siendo inversamente proporcional al que dedicaba a la universidad. Una noche, después de estar bebiendo algo en un parque, algo muy típico de la gente joven en Madrid, entramos en un bar donde había un grupo tocando. Formación clásica de la época, guitarra distorsionada, bajo autista, batería que tocaba con el pelo en la cara y una cantante clon de Justine Frischmann la de Elastica. Tocaban Motorbike to Heaven, de Salad y me pareció la canción más sensual que había escuchado jamás. Al cabo de dos canciones me había enamorado platónicamente de ella. Nunca me había pasado nada parecido antes. Al principio pensé que era la erótica del escenario, pero una vez que la conocí comprobé que no me había equivocado. Dio la casualidad de que el guitarrista estaba en dos grupos a la vez y decidió dejar éste por el otro, dejando un puesto vacante que rápidamente cogí yo.
 
El resto fue tan rápido como divertido y predecible. Me uní al grupo como guitarrista, acabé componiendo algún tema y haciendo los coros en varias canciones. En un par de memorables meses salíamos juntos y nos pasamos el verano de gira por pequeños festivales de toda España, mal durmiendo en la furgoneta de David, el batería, o al aire libre, alimentándonos a base de latas de atún y foie gras, duchándonos en la playa, acoplándonos a cualquier fiesta que nos encontráramos… compartimos escenario con grupos muy interesantes del panorama nacional y con alguno extranjero. Yo le echaba mucha cara al hecho de ser británico y nos colábamos en los backstages un día sí y otro también. Una noche incluso salimos de marcha con Supergrass y Echobelly, después del concierto en la primera edición del Festival de Benicàssim.
Rod bebió un trago de agua para aclararse la garganta mientras seguía con la mirada muy lejos del apartamento en el que estaban.

- Recuerdo que mi madre estaba muy preocupada por mí en aquella época. No podía entender que estaba viviendo la mejor experiencia de mi vida. Ella solo veía que había suspendido prácticamente todas mis asignaturas de segundo y casi le da un ataque cuando le dije que me quedaba otro año más. Para entonces ya hablaba español con mucha fluidez, estaba totalmente integrado en la vida madrileña, Mónica, la cantante, se había venido a vivir conmigo a mi piso de estudiante y disfrutábamos de cada segundo como si fuera el último. Después de la mini gira estival, grabamos otra maqueta con el material que habíamos ido creando de viaje en el estudio de un conocido y nos fichó una pequeña discográfica independiente que empezaba. En realidad, en términos económicos solo nos sirvió para poder comprar instrumentos nuevos y para viajar en condiciones algo mejores que hasta entonces, aunque claro, eso no era difícil. El disco que grabamos con ellos tuvo cierto éxito en los sectores alternativos del país. Llegamos incluso a grabar un vídeo bastante cutre pero muy divertido que ponían de madrugada en canales de teles locales.

Sadie recordó en ese momento un poster en blanco y negro que tenía él colgado en su habitación en el que aparecían una chica escoltada por tres chicos, todos vestidos de oscuro. Ahora entendió por qué había pensado que uno de ellos era como Brett Anderson en sus primeros años con Suede pero en guapo. Sonrió para sus adentros.

Rod entornó ligeramente los ojos. Sadie comprendió que llegaba el momento de la historia en el que las cosas se torcían.

Los primeros acordes del Plug in Baby le sacaron del ensimismamiento bruscamente. Miró de quién provenía la llamada y a modo de excusa dijo – “Es Rita, perdona”.

Por lo que pudo deducir de la conversación, era una alumna de guitarra a la que Rod le daba clases.
El arranque de sinceridad se había roto por completo, así que Sadie decidió volver a sus anotaciones mientras quedara algo de luz natural.

Rod siguió con varias llamadas de teléfono avisando a otros alumnos de su ausencia. Alumnos que, según pudo ir comprobando por los nombres, eran todo chicas.

Al término se dirigió a la cocina y se dispuso a preparar un arroz con verduras. Sadie le observaba de reojo y se sorprendió ante la soltura que mostraba cortando los vegetales en dados. ¿Dónde lo habría aprendido?
Tuvo que reconocer, con cierto pesar, que le había dejado intrigada la aventura madrileña de Rod. En los apuntes que le envió Jude sobre su vida se despachaba aquella época con un impersonal “cuatro años residiendo fuera del Reino Unido”. Haciendo rápidos cálculos se dio cuenta de que le faltaba la mitad de la historia.

Un sabroso olor a cebolla y ajo fritos inundó el apartamento. Sadie estaba demasiado distraída para seguir estudiando así que optó por hacer la última llamada del día a Morgan mientras se anotaba mentalmente que debía hacerle un buen regalo por su discreto y leal trabajo cuando todo esto hubiera acabado. Estaban muy cerca de algo, lo intuía, y eso le ponía nerviosa.

Rod puso pulcramente la mesa para los dos sin preguntar si ella tenía hambre y esperó educadamente a que colgara el teléfono para servir el vino blanco que había cogido en su casa.

Ambos se sentaron y comenzaron a comer en silencio. Sadie alabó el plato de arroz y Rod agradeció el cumplido, pero siguieron sin hablar.

Comentaron por encima el tema de las clases de guitarra sin llegar a profundizar demasiado y algún que otro tema intrascendente.

Sadie se moría de ganas por sonsacarle el resto de la historia pero no sabía cómo sacar el tema de forma natural después de una comida tan fría.

Después de mucho pensarlo, decidió que nunca encontraría el momento y que lo mejor era forzarlo. Se levantó para preparar un par de tés, se armó de valor y lo soltó.

- Bueno, no quiero parecer cotilla, pero me has dejado a la mitad con tus días de músico por Madrid.

Rod sonrió de medio lado y lanzó una mirada divertida a la vez que sorprendida a Sadie.

-Me siento alagado. Normalmente nadie quiere escuchar mis batallitas españolas.

- Mira que me cuesta creerlo…

Rod hizo como que no había oído el comentario, se recostó en el sillón y retomó el relato.

- En junio de mi tercer año en Madrid, una discográfica grande nos ofreció un contrato muy generoso pero con letra pequeña. Querían que cambiáramos nuestro aspecto y, lo peor de todo, que dejásemos de cantar en inglés para pasarnos al español. Nos pedían que dejáramos de ser nosotros mismos para convertirnos en un producto de marketing y vender a gran escala. Nos dieron una semana para pensarlo. Fueron unos días muy duros. El contrato tenía muchos ceros, pero a David y a Jorge les parecía que era venderse y no querían ni oír hablar del asunto.

- ¿Cuál era tu postura? – interrumpió Sadie aún intuyendo la respuesta.

- Yo estaba confundido. Al principio estaba de acuerdo con mis compañeros, odiaba la idea de capitular frente a una gran corporación. Perder nuestra identidad. Pero después pensé que por qué no intentarlo. Una vez con éxito y repercusión sería más fácil tener libertad para hacer lo que realmente queríamos. Lo veía como una especie de peaje que había que pagar durante unos años para poder tocar el cielo. Era muy ingenuo en aquella época. Ahora lo sé.

- ¿Y Mónica qué pensaba? – La mirada de Rod se clavó por primera vez en los ojos de Sadie durante un breve instante.

- Ella fue la última en pronunciarse. Durante la semana que nos dieron para pensar discutimos mucho, muchísimo, los tres chicos. Tuvimos unas broncas muy fuertes. Por las noches, en casa, me acostaba junto a ella y no podía relajarme, seguía dándole vueltas a cada frase gritada, a cada argumento presentado. Mónica se limitaba a abrazarme y dejarme hablar hasta que acababa rendido. Estaba tan cabreado que no fui consciente de que ella no había dado su opinión aún. Yo daba por sentado que estaba conmigo, de mi lado. Pero la noche anterior a la reunión con la multinacional ella me sorprendió anunciándome que dejaba el grupo.

- Fue un mazazo. No me lo esperaba en absoluto. Disolverlo para mí no era una opción. O bien nos manteníamos como hasta entonces o dábamos el gran salto, pero dejarlo no lo contemplaba. Fue la gota que me hizo estallar. Salí de casa y me refugié en la de un amigo durante un par de días. El contrato no salió, evidentemente, porque el grupo ya no existía. Cuando volví estuvimos hablando los dos durante horas y me explicó cómo veía realmente las cosas ella. Me contaba que los años vividos desde que me conoció habían sido los mejores de su vida, que los había disfrutado al máximo, que no se arrepentía de nada, que sabía lo afortunada que había sido, pero que también sabía que tenían que acabar antes que después porque no se veía toda la vida de gira yendo de un lado a otro y con el ritmo de vida que llevábamos. Y que esta le parecía la oportunidad perfecta para parar. Que de hecho, estaba un poco cansada y prefería dejarlo cuando todo iba bien que no después en horas bajas y llevarse un recuerdo peor. Quería seguir adelante con la relación, dando otro paso para afianzarla, retomar los estudios, buscar un trabajo, irnos a vivir solos.
- A mí me parecía estar escuchando a una persona anciana extraña, no a una veinteañera. Aún no había podido superar el hecho de haber desperdiciado la oportunidad de mi vida musicalmente hablando y tenía que enfrentarme también a la revelación de que mi chica quería descolgarse de todo lo que nos había unido hasta entonces. Estaba en estado de semi shock, de verdad. Eran demasiadas cosas para mí. La noche fue muy larga. Lloramos varias veces, nos acostamos, nos gritamos, y finalmente nos abrazamos sabiendo que ese momento era un punto de inflexión en nuestra relación.

Rod se pellizcaba inconscientemente la barbilla mientras rememoraba aquellos días.

- Unos días más tarde decidí que no estaba preparado para la vida adulta que me proponía y me volví de improviso a Londres. En realidad no tenía ni idea de lo que quería hacer con mi existencia. Quería seguir con ella pero sabía que no estaba preparado aún para hacerlo al modo que me proponía. Me fui como un cobarde. Le dejé una nota y no me despedí. No podía decirle adiós a la mujer de mi vida. Porque sé que era perfecta para mí. Hacíamos una pareja increíble. La quería muchísimo. Pero estábamos en diferentes estados mentales.

- ¿Y cómo fue volver a Londres después de tanto tiempo? – Sadie conocía bien esa sensación.

- Horrible. Estaba muy deprimido. La echaba muchísimo de menos. Estuve a punto de volver varias veces, pero sabía que ni yo sería feliz si hacía el papel de novio formal ni ella lo habría sido si retomábamos la vida desordenada que llevábamos. Además, me odiaba a mí mismo por mi manera de haberme ido y por el daño que le estaría causando a ella.

Sadie pudo intuir el dolor de aquella cicatriz por la tristeza que reflejaban sus azules ojos al contarlo.

- Así que, para desesperación de mi madre, me cogí el primer vuelo que pillé en Heathrow, y anduve un año dando tumbos por el mundo. Apenas me comunicaba con mi madre por postales para contarle que estaba bien. Aunque en realidad no lo estaba. O no interiormente. Lo del viaje fue un escape personal, como si el poner millas de por medio pudiera consolarme. Y así estuve 11 meses hasta que en Tailandia pillé unas fiebres bastante fuertes que me tuvieron casi un mes hospitalizado. Localizaron a mi pobre madre, a la que casi le da un pasmo, se fue para allá, estuvo conmigo hasta que me dieron el alta y me trajo de vuelta a Londres prácticamente de la oreja. El resto de la historia es de sobra conocida. Me asocié con mi amigo de la infancia y recuperamos el antiguo pub de su tío que estaba cerrado y medio en ruinas. Y hasta hoy.

Sadie no estaba segura de si no se pasaría de indiscreta, pero no podía quedarse con la duda. Además, Rod había sido bastante locuaz hasta ahora. Tenía que intentarlo.

- ¿Has vuelto a ver a Mónica?

Rod sonrió abiertamente.

- Sí. A la vuelta definitiva a Londres me armé de valor y me bajé un fin de semana a Madrid. En realidad le había enviado una postal durante mi año perdido con un “lo siento” como único texto. Pero sentía que le seguía debiendo al menos una conversación. Había sido una de las personas más importantes de mi vida y la había tratado fatal. Así que me presenté por sorpresa a la salida de su trabajo, gracias a que un amigo en común me dio la información. Fue vernos y darme un abrazo que me desarmó por completo. Resulta que había estado algo al corriente de mi situación por medio de mi madre. Estuvo muy preocupada cuando caí enfermo Tomamos algo, luego cenamos, dimos un largo paseo y luego pasé la noche en su casa. Ambos sabíamos que aquello no iba a ir más allá pero fue una noche muy dulce en la que curamos heridas y decidimos que ambos nos merecíamos continuar adelante con nuestras vidas. Seguimos siendo grandes amigos, mal que le pese a su actual marido, todo sea dicho de paso… - y Rod sentenció la historia con una sonrisa de medio lado algo perversa.

Sadie estuvo a punto de preguntarle si seguía enamorado de ella, pero pensó que sería demasiado íntimo. Y le dio rabia comprobar que seguía con ganas de seguir conociéndole más.

- Menuda pieza debes ser tú…

Hacía calor en el apartamento. Sadie se levantó para abrir más la ventana pero al ponerse de pie se mareó y perdió el equilibrio cayendo bruscamente sobre el sofá.

Rod esperó a que se recuperara para hablar.

- ¿Me vas a decir ya de una vez qué te pasa o vas a seguir fingiendo que estás bien?

Sadie odiaba el papel de “damisela frágil” así que agradeció que no se hubiera abalanzado para recogerla al caer ni estuviera dándole aire. Aún así, podía leer en sus ojos que estaba preocupado por el asunto. Por ello, dedujo que lo que le había mantenido inmóvil fue la precaución. Seguramente tendría un conflicto interior sobre si creerse la historia que ella le había contado. Mientras llegaba a una conclusión, se mantenía en guardia. Chico listo.

- No es nada grave. Tranquilo. – intentaba usar un tono que diera a entender que tenía todo bajo control.

- Tienes hambre ¿verdad?

Le seguía maravillando lo intuitivo que era este chico. O a lo mejor no era tan difícil llegar a la conclusión dado su aspecto. La cabeza le daba demasiadas vueltas.

- ¿Tienes…? ¿Cómo se llamaba la fuente de alimento esa?

- FAR. Sí. Pero es un importante empresario y viaja a menudo y ahora está fuera. Normalmente cubro sus ausencias con bolsas, pero están en mi casa.

- Pues manda a Jude y que te las envíe.

- Jude ya ha estado en mi casa. Y no fui yo la última persona que había entrado. Como imaginaba, después de revisar mi despacho fueron a mi casa. No sabe decirme exactamente qué se han llevado, pero no dejaron ninguna reserva de sangre así que eso descarta a un ladrón común y señala a Archie o Hayden.

- Pues que te compre Jude y te envíe.

- Comprar sangre no es tan fácil como ir a una tienda y pagar el dinero que te piden por cada bolsa. Está sumamente controlado. Ya te he explicado que somos un colectivo muy avanzado y organizado. Cada sanguívoro está dado de alta en un registro en el que se introducen sus datos corporales, que son los que determinan la cantidad de litros que necesitas cada equis horas. Ahí consta si tienes FAR o no, y en función de esos factores te dispensan una cantidad de sangre u otra y siempre a título personal. Jude no podría comprar en mi nombre y él tiene el suministro exacto para vivir. No tiene FAR, por lo que necesita cada una de las bolsas que pueda tener almacenadas.

Rod estaba literalmente alucinado con la logística que le explicaba. Era imposible inventarse todo eso sobre la marcha.

- ¿Y no se tienen en cuenta casos especiales o urgentes? No sé, ¿robos por ejemplo? No sé.

- Sí, claro, pero en ese caso tienes que dar parte a tu Brigada y tras estudiar el caso proceden a expedirte una bolsa de supervivencia si consideran que está justificado.

- ¿Y si no?

- Pues tendrás que esperar hasta que te toque tu siguiente ración. No pasa nada, te vas debilitando muy muy lentamente. Pierdes fuerzas. Nada más. Podrías morir, pero tendrías que estar sin comer por lo menos un mes. Y antes de eso te toca tu nueva ración.

- Pero eso es injusto. Jude te podrá ayudar seguro. Si está metido ahí seguro que te puede conseguir una bolsa o algo.

- Te repito que el tema de la sangre está sumamente controlado. Y así debe ser. De otro modo, se volvería en nuestra contra.

- ¿Cuándo vuelve tu FAR? – Rod seguía dándole vueltas a cómo ayudarla.

- El viernes.

- Para eso quedan tres días. ¿Podrás aguantarlo?

- Claro que sí.- Pero su voz y expresión facial denotaban preocupación interna. Rod puso cara de estar esperando a que acabara la frase, por lo que no le quedó más remedio que continuar - Pero no estoy en condiciones para seguir con los análisis de la sangre, y hay pruebas que tienen un tiempo concreto de reposo que hay que ir estudiando o se pierden. Eso es lo que realmente me preocupa.

- Muy bien y ¿qué propones entonces?

Sólo había una respuesta acertada. Cerró los ojos e intentó de nuevo buscar un plan alternativo, aunque sabía que no lo había.

- Tengo que beber sangre humana ya. Y tú eres el único disponible.

Rod se levantó de un salto del sillón y se apoyó contra la pared.

-Espera, ¿qué estás diciendo? estás de coña ¿no?

- Tranquilo, no duele, de hecho a los humanos os resulta bastante… erótico, por lo visto. Es como un chupetón en la sangradura

Rod levantó la ceja. - ¿Sangradura?

- La parte interna del codo. Es uno de los sitios más rápidos junto con la muñeca, aunque no mi preferido…
Rod no daba crédito a lo que estaba escuchando. Su rostro palideció aún más.

- Dime por favor que me estás tomando el pelo y que no me estás proponiendo chuparme la sangre, matarme y convertirme en vampiro

- Sanguívoro, por favor, apréndete el término ya, que el otro es bastante insultante.

Rod bajó la mirada a modo de disculpa.

- No, no te mataría ni te convertirías en sanguívoro.

Y mirándole con cierto sonrojo añadió - podrías ser mi FAR temporal.

Rod se tapó los ojos con las manos y se dejó caer al suelo deslizando su espalda por la pared.

-Escúchame – Sadie se acercó muy lentamente para no asustarle de nuevo - Si no como pronto no podré seguir con los estudios, y no podemos perder mucho más tiempo. Si quieres que Archie pague por lo que hizo, tendrás que ayudarme con esto.

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