Presagios cumplidos

Jaimee no opuso ninguna resistencia cuando Rod la empujó suavemente. La dejó apoyada justo enfrente del grifo de cerveza. Sirvió dos jarras bien frías de una suave tostada y se acomodó en un taburete delante de ella.

-Bien Heidi, cuéntame, ¿de dónde sales y cómo es que te sabes todas las canciones que tocamos?

-Jaimee, mi nombre es Jaimee. Y no te creas el gurú de la música…por ahora me las sé todas porque son de lo más previsible y comercial- dijo levantando una ceja.

-¡Aaaaaaaauuu! – exclamó Rod llevándose la mano al pecho- ¡eso ha dolido!

Jaimee se rió –la verdad es que hacía tiempo que no coincidía tan descaradamente con alguien en gustos… normalmente me tachan de rarita.

-No me digas, no sé porqué me suena, lo del tachado, digo…

Paul sonreía desde la barra mirándoles de reojo mientras atendía a los clientes que pedían sus últimas cervezas.

***

Sadie se desperezó aturdida. Dormir de día la descolocaba, pero era lo que tocaba cuando tenía turno de noche en el hospital. Miró el reloj. Las cinco de la tarde. Tenía que darse prisa. En poco más de media hora, previsiblemente Rod saldría de su casa. Se levantó y se dirigió a la ducha.

Al atravesar el pequeño salón vio parpadear la luz de su móvil encima de la mesa. “será Jaimee” pensó. Desactivó el modo silencio y pulsó para escuchar el mensaje. La emocionada voz de su amiga le saludó.

-Sadie, tenemos que vernos, ¡te tengo que contar todo! Ayer fue increíble. No solo se acordaba de mí, sino que me invitó a unas cuantas cervezas. Cuando se fueron todos los clientes, cerraron el pub y nos quedamos los tres hablando de música, y no te lo vas a creer, cogí una guitarra ¡y canté! Claro que para entonces ya llevaba unas cuantas pintas encima, fue increíble, como en nuestros viejos tiempos. ¡Fue divertidísimo!

Jaimee paró su verborrea para tomar aliento.- Bueno, después te doy detalles, llámame cuando te despiertes, ¡estoy emocionada!- Sadie sonrió mientras paraba el mensaje. “No, si apenas se te nota. Espero que no te lleves una decepción.

Antes de dejar el teléfono en la mesa, vio que tenía otro mensaje. Pensó que sería ella de nuevo, pero el mensaje llegaba de un número desconocido. Lo seleccionó para escucharlo. Solo se oía el ruido de la calle, nadie hablaba. El mensaje se cortó dejando a Sadie pensativa. Estaba segura de que no era un error, no era una llamada equivocada. Era uno de ellos. 

Decidió no darle más vueltas hasta que no se diera una buena ducha. Tenía la cabeza embotada por la hora inusual de dormir. Pero el sentimiento de intranquilidad que tenía desde la noche anterior no la dejó relajarse lo que hubiera querido.

Dos nuevos cadáveres con los mismos desgarros de muñeca habían sido encontrados en tan solo tres noches. Jude estaba preocupado y así se lo había transmitido a Sadie. De seguir así, la policía empezaría a sospechar de un asesino en serie, y si sus investigaciones les llevaban hasta ella, tendría problemas.

¿Cuál de ellos sería? Su instinto le decía que era Archie, pero era difícil saber. Después del experimento los tres habían mostrado un comportamiento muy violento. Sadie sintió una punzada en el estómago. No sabía qué suerte correría Patterson, estaba segura de que quienquiera que fuese no iba a intentar conseguir su sangre del mismo modo pacífico que tenía ella pensado. ¿Sabrían reproducir el compuesto? No estaba segura de que hubieran seguido investigando. Tendrían que vigilar a Patterson aún más de cerca. No le podían dejar solo ni siquiera un momento . Debían estar cerca de él en el momento que alguno de sus antiguos amigos apareciera. No podía permitir que le ocurriera nada. Ya no era solo por su sangre, que podía ser un valioso tesoro, sino porque no podía permitir que
Suspiró y abrió el cajón de la cómoda. Rebuscó entre los gruesos jerseys de lana hasta que encontró el arma de Jude y la guardó en su bolso. Deseó no tener que usarla.

Se enfundó unos gastados vaqueros, unas botas con suela de goma, un fino jersey de cuello vuelto y se recogió el pelo en una cola de caballo. El día era lluvioso y gris. Cogió su gabardina impermeable y  salió de su nuevo piso. Echó un vistazo al rellano de la planta superior sacando la cabeza por la barandilla todo lo que pudo. No se escuchaba ningún ruido. Bajó por las escaleras silenciosamente. No quería arriesgarse a coincidir en el ascensor con Rod.

Salió a la lluviosa tarde londinense y se refugió en el portal de al lado. No tuvo que esperar demasiado. Como cada día, Rod salió de casa protegido con un impermeable negro con capucha.

Para alivio de Sadie, tampoco hoy cogió la bicicleta. Comenzó a caminar hacia el metro con ella siguiéndole  a unos pocos metros.

Sadie echó un rápido vistazo a los transeúntes que rodeaban a Rod. Todo parecía tranquilo. Caminó con paso firme detrás de él. De pronto reparó en un hombre que dobló la esquina y se situó a pocos pasos de Rod. La estatura y la postura de sus hombros hicieron que un escalofrío recorriera la espalda de Sadie. Aceleró el paso para acercarse él. Levantó una mano intentando alcanzar su hombro, pero alguien la cogió del brazo y de un fuerte empujón la llevó hasta la entrada de un callejón. Una mano tapó su boca impidiendo que gritara.

-Sadie, no grites, soy yo, Hayden.

 Hayden retiró lentamente su mano. Sadie alzó la vista para mirarle a los ojos. Esos ojos que no había visto en años y que ahora le atemorizaban.

-Hayden…¿qué haces aquí? ¿ese era Archie?

-Sí, escucha atentamente porque no lo repetiré. Dejad en paz a Patterson. Olvidaos de él tú y tu amiga la morena.

-Pero ¿qué está pasando? ¿para qué le queréis? ¿aún os duran los efectos?- pregunto Sadie ansiosamente.

-No te puedo decir más. Hazme caso y lárgate de aquí. – Hayden se dio la vuelta y comenzó a caminar apresuradamente mezclándose con la multitud y dejando a Sadie paralizada por el temor ante la certeza de que los peores presagios se estaban haciendo realidad.

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