Vigilando

Era el tercer día que Rod se despertaba en su casa desde que sucedió todo. En realidad aún no había reunido fuerzas para entrar en su habitación y usaba el cuarto de invitados para descansar.

Pero esa soleada mañana se levantó con dos propósitos en mente. En primer lugar se acercaría a Ivor Mairants a comprarse la guitarra acústica. Llevaba demasiados meses dándole vueltas a si sería buena idea el enorme desembolso que suponía. Pero ahora sabía que la vida era para vivirla y que parte del dinero del seguro de vida de su madre se invertiría en lo que ella le enseñó a amar con pasión, la música.

Su segundo plan no iba a ser ni tan satisfactorio ni tan fácil. Estaba decidido a entrar en su habitación, ordenarla y seguir adelante con su rutina. Lo haría a la vuelta de Camden. Temía el necesario momento por lo que no se paraba mucho a pensar en ello.

Mientras desayunaba puso a Belle and Sebastian en la cadena del salón y subió el volumen algo más alto de lo habitual. Desde que había vuelto a casa oía la música de este modo. Inconscientemente le hacía sentir menos solo. Sabía que, antes o después, tendría algún problema con los vecinos, pero mientras no se quejaran, él seguía con este nuevo rito procurando, eso sí, respetar las horas nocturnas.
Los primeros acordes tuvieron el mismo efecto que la cafeína del primer café de la mañana. No pudo más que cerrar los ojos y seguir las notas en un mástil imaginario. Se acordó del par de guitarras y el teclado de su habitación, pero no iba a entrar aún. Elevó el volumen de su voz para ahuyentar la anticipación de tan duro momento.

La música estaba obrando en él lo que no conseguía ninguna persona. Era un bálsamo para su pesadumbre. Le ayudaba a concentrar todas y cada una de sus neuronas fuera de su situación personal. La cabeza le bullía de ideas y llevaba los bolsillos del pantalón llenos de papeles con melodías inconexas anotadas que no tenía muy claro si llegarían a buen puerto algún día.

No tenía espacio para nada más que para acordes, compases, armonías, riffs y solos. La música resonaba en su cabeza insistentemente, repiqueteando en cada dedo de la mano, moviendo los pies al ritmo. Rod era consciente del estado de burbuja en el que se encontraba, pero se dejaba llevar de buen grado ya que ahí dentro el dolor de tener que rehacer su vida le llegaba amortiguado.

Unos minutos más tarde y tras un desayuno simbólico, salió rumbo al metro con su imprescindible iPod cantándole al oído.

***

Sadie estaba contenta de cómo estaban organizadas las cosas hasta el momento. Aún no se creía la suerte de haber encontrado un apartamento vacío en el mismo bloque que Patterson. El dueño estaba de año sabático en Australia y el individualismo londinense le ayudó a que ningún vecino se extrañara al ver entrar y salir a aquella agradable chica del piso vacío.

Una vez cambiada la cerradura, consiguió instalar un par de minúsculas cámaras en el descansillo de acceso al apartamento de Rod y tras hacerse fácilmente con su cierre, le acopló otra más sobre la puerta de entrada para tener vigilado el pasillo distribuidor de la casa. Sabía que estaba cometiendo todo tipo de delitos, pero se sintió mejor consigo misma al decidir respetar el resto de estancias.

Jude, su fiel contacto en la policía local, estaba al corriente del asunto. No sólo le había proporcionado la información necesaria sobre el paradero del dueño del apartamento. También le había indicado dónde adquirir las cámaras de vigilancia y le había proporcionado una pistola. Sadie no pensaba usarla y la rechazó enérgicamente en un principio, pero Jude era, además de cabezota, muy persuasivo y la convenció con el simple argumento de “pues la dejas en el cajón guardada”.
No iba a ser necesario usarla. No quería usarla. Aún se sentía en cierto modo culpable del estado en el que se encontraban sus antiguos amigos. No sabía aún cómo reaccionaría al volver a verles, y consideraba que estaban tomando medidas exageradas, pero hasta no conocer exactamente las razones que les habían llevado hasta un Patterson de nuevo seguiría así de precavida.  

Sadie sabía casi con toda seguridad que cualquier ataque se produciría por la noche. Pese a lo que les pudiera pasar por la cabeza a sus tres ex compañeros, imaginaba que su instinto de supervivencia les evitaría significarse a plena luz del día. Aún así, se le erizaba el vello cuando seguía a Rod por alguna calle menos transitada de lo normal. Afortunadamente, apenas salía salvo para ir a trabajar al Mocking Bird y se encerraba horas y horas con la música a todo volumen en su apartamento. Era más que aparente que tapaba su duelo con decibelios.

Jaimee le vigilaba en el pub. Se la veía encantada con su misión. Se había quedado muy impresionada por la belleza del chico y el halo que emitía en el escenario había conseguido el resto. La notaba ilusionada y se guardaba bien de desengañarla ya que su inyección de felicidad era más que bien recibida. Intuía que Patterson no estaba para mucho en estos momentos, pero un pequeño flirteo no le vendría mal a su habitualmente preocupada amiga.

Lo que peor llevaba Sadie era el trabajo de calle. Tuvo que desempolvar su antigua scooter para poder seguir a Rod cuando iba en bicicleta por la ciudad. No se sentía muy segura con el viejo cachivache por lo que esa mañana, cuando vio que entraba en el metro, se alegró infinito.

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