Explicaciones

En un principio, su aturdimiento le llevó a seguir las órdenes del tal Jude que acababa de llamarle por su nombre. Su estado de shock le impedía tomar decisiones propias y cuando la chica morena se recompuso levemente de sus lágrimas y le ofreció la mano, la inercia fue la que guió sus movimientos.

Pero un instante antes de abandonar por completo el callejón, Rod volvió en sí durante unos segundos y se soltó con fuerza.

- Yo no me voy a ningún sitio. ¿No veis que han matado a Jaimee? No sé quiénes sois. ¿Quién era el pelirrojo ese? Tengo que hablar con la policía y contarle lo que ha pasado.

- No lo entiendes, hazme caso y vente con nosotros.- Sadie intentaba esbozar una sonrisa urgente bajo sus ojos cristalinos.

-¡No! ¡No voy a dejar a Jaimee ahí tirada en el suelo!

-¡Patterson!- dijo Jude dirigiéndole una mirada marcial. –Te vienes con nosotros ahora mismo. No te preocupes por la policía. Yo soy policía. Ya me encargo. ¡Vámonos ya!

Rod iba recuperando su ritmo normal de respiración a marchas forzadas. Su rostro se tornaba cada vez más rojo y las venas del cuello y sienes comenzaron a hacerse visibles. Su cabeza se movía de un lado a otro negando con firmeza.

Jude se acercó y cuando intentó asirle del brazo Rod dio un paso atrás y estalló.

-¡He dicho que no! ¡Joder! ¡Dejadme en paz de una puta vez ya!

Pero su efervescencia duró exactamente lo que tardó en volverse y ver cómo el cuerpo de Jaimee se desvanecía rápidamente dejando un reguero de cenizas en el lugar donde antes yacía desangrándose.

Rod se derrumbó completamente. Aterrizó sus rodillas contra el suelo y perdió la vista en el infinito, momento que aprovecharon Jude  y Sadie para conducirle al interior del coche.

-Hornby, quédate y recoge todas las pruebas que puedas. Elimina cualquier rastro. Luego nos vemos.

Sadie agradecía que alguien fuera capaz de seguir pensando con la cabeza fría y tomara decisiones correctas entre tanto caos. Ella simplemente no podía pensar. Sólo obedecía órdenes. Estaba bloqueada.

***

No le costó encontrar a su compañero sentado en uno de los bancos que salpican la orilla del Támesis. Su rastro era inconfundible pese al omnipresente olor a humedad. Se tocaba la rodilla en movimientos circulares mientras contemplaba distraído las ondulaciones del río.

-¿Qué haces aquí?

Archie le relató fría y brevemente lo acontecido en el callejón. Sin omitir detalles, pero sin añadir ningún tipo de culpabilidad respecto a la muerte de Jaimee, que apenas era más que un efecto colateral.

-¿Y el chico lo vio todo? – Una leve sonrisa se intuía en los ojos de Hayden.

- Claro. Luego oí que se lo llevaban en el coche del poli amigo de Sadie.

La sonrisa se transformó en una sonora carcajada que terminó de confundir a Archie.

- Ahora Doña Secretitos tendrá que contarle todo al guapito. Con lo histérica que es para eso. Debe de estar de los nervios. Me la estoy imaginando: “oye, mira, es que estos dos son… cómo te lo diría yo… esto… tu padre… digo… ”

Pero Archie ni siquiera le estaba mirando mientras hablaba. Había vuelto de nuevo la mirada hacia el río.

Hayden endureció el semblante de golpe y se sentó a su lado para escucharle. Su amigo era más serio que él, pero siempre agradecía las bromas y las recibía al menos con una media sonrisa.

- Me han hecho daño en la rodilla. – dijo girando la cabeza y mirándole a los ojos.

-¿Cómo?- Hayden frunció el ceño con asombro. –No entiendo.

-Esto va más rápido de lo que pensábamos. Tenemos que darnos prisa.

- ¿Y por qué no te has traído al chico hoy? – su confusión iba en aumento.

- Ya te lo he dicho, oí que llegaba gente y sabía que era el poli. No hubiera tenido ninguna opción contra varios. Ya no. Y lo de la rodilla me dejó perplejo. Por primera vez en años he vuelto a sentir miedo, debilidad. Me asusté. No supe manejar estas sensaciones nuevas.
Archie se retiró su anaranjado pelo hacia atrás con las dos manos en un gesto nervioso.

-Pero no me va a volver a ocurrir. Tenemos que coger a Patterson y conseguir que Sadie colabore. Y rápido.

Hayden asintió. Y sintió un escalofrío en la espalda. El hecho de que su corpulento amigo, su poderoso compañero, siempre tan seguro de sí mismo, tan invencible, hubiera tenido un momento de flaqueza le asustó a él también. Pero se cuidó muy mucho de demostrárselo. Igual era el momento de ser él el fuerte y de dar apoyo, de cambiar los papeles aunque no tuviera muy claro cómo hacerlo.

Decidió repetir las palabras que en tantas ocasiones le había dicho su amigo mientras le daba una vigorosa palmadita en la espalda.

- Venga Archie, no vas a solucionar nada esta noche ya. Vámonos a descansar. Mañana será otro día.

***

- ¿Al apartamento?
- Sí, es el sitio más seguro y cercano. Hazme caso. Además, - bajando el tono de voz añadió – no puedes entrar en su casa ¿verdad?
Mientras Sadie y Jude discutían, Rod había entrado en su especie de burbuja inerte en la que se acomodaba para no pensar. Le resultaba más fácil esconderse en ella. Cuando el recuerdo de su madre le sobrevenía por cualquier detalle que le recordara a ella, su mente se acorchaba de forma instantánea. Se sentaba en algún sitio, desenfocaba la mirada, inundaba su cabeza de notas musicales y dejaba pasar el tiempo. Se refugiaba en su estado de insensibilidad absoluta y se aislaba del mundo exterior. Ahí dentro dejaba de dolerle el alma porque dejaba de importarle todo. Es como si abandonara su cuerpo y su mente y su yo vagara inocente por el aire. Ahí dentro nada le rasgaba el corazón porque simplemente no ocurría nada.

Una noche, al poco de morir su madre, Paul le encontró acurrucado en el viejo sillón del despacho del pub. Al principio se asustó mucho porque Rod parecía no escucharle. Le zarandeó pero estaba literalmente en otro mundo. Tardó unos segundos en traerle de vuelta y hacer que le mirara a los ojos, no a un lugar indeterminado entre su cara y la pared. Paul luego comprendió. Y decidió vetar Where have all the flowers gone en el pub a partir de entonces. Era una de las canciones preferidas de Sylvia y uno de los músicos espontáneos la había tocado unos minutos antes.

Desde entonces su socio respetaba los momentos de retraimiento de su amigo. Y pese a que tenía la leve esperanza de que fuera un acto pasajero cuya frecuencia fuera disminuyendo progresivamente, los seguía con profunda preocupación.

La muerte de Jaimee rodeada de unas circunstancias tan sumamente inexplicables y lo absurdo de la situación habían sido el motivo perfecto para regresar a su burbuja de aislamiento y dejar durante unos momentos el ingrato mundo real que insistía en no dejarle superar la pérdida de su madre. No le interesaba lo que hicieran con él en ese momento.

Como si fuera una marioneta, bajó del coche, entró en el portal de su casa y no se dio cuenta de que entraban en un apartamento distinto al suyo hasta que, unos minutos después, Sadie se acercó al pedazo de carne y huesos que descansaba en el suelo en una de las esquinas y le puso una taza de té caliente entre las manos.

El calor le trajo de vuelta al presente. Bebió un par de sorbos mientras echaba un vistazo alrededor aturdido. Era un estudio desnudo salvo por un sillón barato de dos plazas y una mesa con varios monitores y un ordenador. El hombre que les trajo hasta allí hablaba nerviosamente por teléfono desde el otro lado de la barra que separaba la cocina americana del salón.

Frente a él, la chica le observaba mientras bebía aunque sabía bien que en realidad no era a él a quien veía. Sus ojos seguían sin asimilar lo vivido esa noche.  Aún así, ella se esforzó por ser amable.

- Tómatelo, te sentará bien, ya verás.

Y según terminó de oír la frase, los párpados de Rod se hicieron más y más pesados hasta que no pudo mantenerlos arriba y perdió la conciencia de nuevo, aunque esta vez de forma involuntaria.

Con la ayuda de Jude, Sadie consiguió tumbarle en el sillón. Se sintió mal por no tener ni una manta con la que arroparle. Le tocó las manos para ver si las tenía frías pero parecían conservar una temperatura normal. Le subió la cremallera de la sudadera, le cubrió el pelo con la capucha y le acomodó la cabeza en el reposabrazos. Parecía encontrarse bien, pero temía su reacción. En algún momento estallaría y ahora mismo ella no podía hacerse cargo de otro duelo. En el baño mojó papel higiénico y le limpió los restos de sangre que tenía en la cara.

Una gota de agua resbaló desde el pómulo hasta la barbilla, trazando la suave forma angular de su rostro como si fuera un pincel. Su aspecto general era bastante masculino aunque sus ojos, tanto cuando estaban abiertos como ahora que descansaban, transmitían un leve destello infantil que le daba su tremendo atractivo.

Gran parte del éxito de su pub se debía sin duda al séquito de fans femeninas que a buen seguro no se perdían una sola de sus actuaciones, pensó mientras le secaba con el dorso de la mano.

Y entonces fue cuando le volvió la imagen de Jaimee a la cabeza. Y cuando ya no pudo más y estalló a llorar con rabia y dolor, con lágrimas e hipos, con los puños apretados y la cabeza apoyada en la pared.

Cuando Rod volvió a conseguir abrir los ojos, el sol se colaba ya por los resquicios de la cortina. Tenía la cabeza embotada en una sensación nauseabunda bastante reconocible y muy similar a la del día después de una buena juerga. Tardó unos segundos en incorporarse y hacerse una composición de lugar.

Los recuerdos de la noche anterior le sobrevinieron de golpe en una repentina sacudida que le provocó una arcada. Con los ojos buscó rápidamente el baño pero no llegó a tiempo para evitar vomitar en el suelo. Una vez recuperada la compostura y refrescada la boca, nuca y rostro, se dirigió a la cocina para buscar un trapo con el que limpiar el vómito.

Fue ahí cuando reparó en Sadie. Estaba tumbada de lado en el suelo, con la espalda contra la pared. La cabeza descansaba sobre el brazo izquierdo que estaba extendido. El pelo le tapaba parcialmente la cara, dejando entrever unos hinchados y rojos párpados. El vestido de flores azules veraniegas se le arrugaba en la cintura dejando las largas piernas al aire.

Debido a la postura, el escote tapaba mínimamente el pecho que quedaba arriba, dejando al descubierto parte de su sujetador y el espacio justo a la imaginación.

Rod pegó un respingo cuando Sadie abrió de repente los ojos y le sorprendió observándola. Giró bruscamente la cabeza hacia la cocina y murmuró tímidamente algo parecido a voy a por un trapo.

Al no encontrarlo no tuvo más remedio que darse la vuelta y dirigirse de nuevo a ella. Afortunadamente se había puesto de pie y su vestido estaba ya colocado en su justo lugar.
Una especie de pudor repentino se apoderó de los dos en ese instante. Sadie bajó la cabeza y, descalza aún, se dirigió a la barra, encendió la hervidora de agua, sacó dos tazas del armario y preparó sin preguntar un par de tés.

Cuando estuvo listo se lo ofreció tímidamente asegurándole que éste llevaba sólo té.

Aturdido aún, Rod agarró la taza y se sentó de nuevo en el sillón. Sadie le siguió pero se quedó de pie frente a él.

- Tengo que explicarte algo.

Rod asintió con la cabeza y le indicó con la mano que se sentara.

Sadie tomó aire. No sabía por dónde empezar.

- ¿Estás bien? Siento lo del té. Pensé que te ayudaría descansar un poco. Espero que no estés muy revuelto ahora.

Rod negó con la cabeza pero sin abrir la boca.

- No sé cómo contarte lo que pasó ayer.

- Intenta empezar por el principio, como todas las historias.

- Mmm, creo que más bien empezaré por el final en este caso.

Con una leve inclinación de cabeza Rod le indicó que comenzara.

- ¿No tienes calor? Tengo las cortinas echadas para que no entre todo el sol pero igual debería abrir las ventanas ¿no crees? – Sadie estaba visiblemente nerviosa y no paraba de hacerse y deshacerse una coleta con la goma que llevaba en la muñeca. Pese a que a Rod le entretenía observar los juegos con el pelo, su necesidad de respuestas le hizo romper el momento.

- ¿Quién es el que mató a Jaimee?

Sadie soltó el mechón y se dio por vencida. Se pasó los dedos por debajo de los hinchados ojos dibujando su silueta y comenzó a hablar.

- Se llama Archie. Es un ex compañero de trabajo. En realidad en quien está interesado es en ti. Bueno, en ti exactamente no, en tu sangre. Creo. Jaimee sólo se puso en su camino. Es que carecen de sentimientos. Bueno, algo sí les queda. Según creo. No sé lo que le lleva a buscar tu sangre ahora pero lo averiguaré, estoy trabajando en ello, sólo que no es fácil, imagínate, no puedo ir y preguntarles sin más aunque a lo mejor es la única opción…

Rod empezó a impacientarse. No escuchaba más que tonterías sin sentido.

- ¿Quién eres tú? ¿Por qué me proteges? ¿De qué conocías a Jaimee?

Sadie se mordió los labios desde dentro y volvió a coger aire. No quería contarle más de lo debido, pero no sabía dónde establecer el límite.

- Es verdad, pues mejor empiezo por el principio, claro. Soy Sadie Cooper. Soy médico forense. Entre otras cosas. Trabajo en el Royal Hospital. Jaimee es, era, mi adjunta. Tú no me recordarás, seguro, pero nos conocimos cuando tu madre falleció.

Rod frunció el ceño y desvió la mirada. Carraspeó.

-Sigue.

- Vale. – Sadie dio un sorbo al té para ganar unos segundos. – Em, a ver. Archie tiene una… enfermedad, vamos a decirlo así. Hace unos años intenté curarlo con un método experimental pero no salió exactamente como queríamos así que se… transformó, digamos, y cambió su forma de ser. Se volvió… violento. Incontrolable. Para bien o para mal le perdimos de vista. Hasta que sucedió lo de tu madre.

Rod empezaba a ponerse nervioso. No le gustaba que nombraran tantas veces a su madre. Comenzó a rascarse el cuello mientras hacía verdaderos esfuerzos por no acribillarla a preguntas.

- ¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto?

- A ver cómo te digo esto… -Llegaba el momento que Sadie tanto temía. – No es tu madre. Bueno, no sólo tu madre. Esto viene más bien por… - cerró fuerte los ojos- tu padre.

Cuando los volvió a abrir vio que Rod no reaccionaba. El sedante aún circulaba por sus venas, era la única explicación.

Ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio. Sadie se obligó a hacerlo. Cogió de nuevo aire y soltó la bomba incendiaria preparándose para las posibles consecuencias.

- En el experimento con Archie usé sangre de tu padre, Thomas Patterson, que estaba ingresado en el hospital en el que nosotros trabajábamos entonces. Su composición era especial y me hizo pensar, erróneamente, claro, que podría ayudarnos, digo, ayudarle.

Rod seguía impávido. Parecía una estatua griega. Inerte. Su reacción le dio una cierta seguridad a Sadie para continuar.

- El caso es que tras el experimento, como ya te he dicho, Archie desapareció. Oímos hablar de él a través de terceros y sus “hazañas” eran conocidas en círculos reducidos. Ahora ha vuelto a la ciudad. Aún no sabemos concretamente qué le trae de nuevo a Londres, pero me temo que tiene que ver con el compuesto que le inoculé. Creo que quiere ponerse más y para eso necesita sangre Patterson, entre otras cosas. Y, también creo que aquella noche en tu apartamento a quien buscaba era a ti, no a tu madre.

Sadie decidió que ya era suficiente por el momento y quedó a la espera de la reacción de Patterson.

Ésta no se hizo esperar. Se puso de pie de un salto, se calzó y se dirigió a la puerta. Antes de salir dando un fuerte portazo se giró y le dijo:

- Haz el favor de dejarme en paz. No te acerques a mí nunca más. ¿Comprendido? Si lo haces llamaré a la policía y no pararé hasta que te internen en un psiquiátrico de por vida.

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