En el escenario

Cuando volvió a salir a la luz del día en la parada de Totenham Court Road comenzaba a llover. Rod se subió la capucha de la cazadora y se dirigió con paso rápido hacia Rathbone Place.

A su alrededor, los transeúntes se protegían también de la lluvia bajo los gorros y la calle era una marea de gente con la vista en el suelo esquivando charcos.  Rod iba sumido en sus propias reflexiones, procurando vivir al momento sin pensar en su futuro incierto y en la soledad que sentía al recordar a su madre. Al menos su nueva guitarra le proporcionaría nuevas emociones, no sabía por qué, pero se sentía inclinado a volver a componer. Había pasado demasiado tiempo desde que había tocado en el pub una canción suya.

Y varias melodías inconexas se acumulaban en su cabeza pugnando por cobrar algún sentido y salir al exterior, se sentía creativo y vivo, capaz de canalizar tantas amargas sensaciones en algo vivo.

Desde la lejanía, fluyendo entre la cortina de agua que le rodeaba llegó hasta sus oídos el tono de una canción conocida: los acordes de guitarra de apertura de Come as you are, de Nirvana. Rápidamente se dio la vuelta intentando localizar a la persona que llevaba como tono del teléfono una intro tan peculiar. No vio nada, la música se evaporó y sólo percibió los pasos acelerados de las personas que caminaban detrás de él.

Unos metros más atrás, Sadie, refugiada en el alero de uno de los comercios, contestaba a su teléfono:

- Jaimee, justo pensaba en ti en este momento.

- Estoy en el hospital todavía, ¿y tú? ¿Sigues detrás de Rod?

- Sí, y tengo que reconocer que tienes razón, tiene una cara absolutamente irresistible, vigilarle en un vagón de metro tiene las ventajas de que puedes apreciar los detalles. ¿Sabías que tiene pequitas sobre la nariz? ¿Y que debió romperse el dedo meñique de la mano izquierda en algún momento? Lo tiene algo torcido.

- Ja, ja, ja…. - rió Jaimee - aprovecha estos momentos que lo tienes para ti, porque estoy deseando que llegue mi turno y volver a verlo, en serio Sadie, la atracción que ese hombre me provoca es enorme, es como un imán para mí.

Sadie comenzó a caminar de nuevo tras los pasos de Rod, procurando pasar desapercibida, y continuó con la conversación:

- Sobre esa atracción quería hablarte Jaimee, sé que es física, sé que es intensa, pero sabes que hay límites que no puedes traspasar.

- Pero ¿por qué?

- Jaimee esto no puede ser negociable, no de momento. Hay en juego algo muy valioso para nosotros.

- Es fácil para ti... tú tienes a Victor.

- Victor y yo no tenemos una relación ni romántica ni íntima. Tú hace días que sólo hablas de Rod, hay una diferencia.

- De acuerdo - suspiró Jaimee hablamos luego.

Oculta tras la manta de lluvia Sadie vigilaba el interior de la tienda. Podía ver a Rod deambular de una guitarra a otra. De vez en cuando cogía una y delicadamente rasgaba las cuerdas y la volvía a dejar, así hasta que finamente se dirigió al mostrador del fondo con una guitarra de color oscuro en la mano.

El viaje de regreso en metro, el camino hasta el pub se hizo muy corto para ambos. Para Rod, que atenazaba entre sus piernas la recién adquirida guitarra metida en una funda negra, porque iba haciendo una set list mental de lo que tocaría en el pub esa noche. Para Sadie porque la conversación con Jaimee le había hecho querer recordar todos los hombres con los que en algún momento hubiera tenido  una relación, sentimental o no.

Su relación con Víctor era casual y había comenzado de manera totalmente accidental, en la cola de la cafetería del hospital. Víctor era celador del ala de maternidad, la soledad de las noches de guardia y la necesidad de calor humano habían hecho que sus conversaciones fueran cada vez más largas...

Cuando el metro se detuvo en la siguiente estación el brusco frenazo la sacó de su ensimismamiento. Siguió a Rod escaleras arriba y cuando le vio entrar en The Mocking Bird pasó de largo y se dirigió a su nuevo edificio de Limehouse. Jaimee cogería su relevo.

***

Paul ya estaba detrás de la barra cuando Rob entró en el pub. Colocó su nueva guitarra sobre la gastada madera y sonrió a su amigo.

- Vaya, ¿nueva guitarra? - dijo Paul posando sus manos reverentemente sobre la funda impoluta.

- Sí, estoy deseando ponerme a tocar con ella, en la tienda fueron solo algunos acordes - contestó Rod comenzando a bajar la cremallera de la funda.

Las comisuras de los labios de Paul se curvaron en una sonrisa pícara.

- Ya, y las ganas de tocar no tienen nada que ver con la posibilidad de que una morena despampanante pueda aparecer por aquí hoy ¿no?

Rod sacó la guitarra de la funda y se sentó en un taburete.

- No , Paul, ya te he dicho que no tengo interés, llevas días contándome lo largas que son sus piernas, y lo brillantes que tiene los ojos, en serio tío, si tanto te gusta ¿por qué no te la ligas tú?

- Porque no tiene ojos más que para ti, a mí ni me mira a la cara. Si hubiera tenido la más remota posibilidad te aseguro que no estaría aquí en este momento, si no metido hasta las cejas debajo de sus sábanas.

- Así me gusta Paul, que no te falte nunca  el romanticismo.

Los primeros acordes de Venus in Furs de Velvet Underground, salieron de las cuerdas de la guitarra, Rod siguió tocando la canción de memoria sin abandonar la conversación con Paul.

- No es que la tía me parezca fea, en serio Paul - continuó Rod – Es que no es el momento y acabo de comprarme una nueva guitarra para no sentirme tan solo. Sinceramente, sólo pensar en las inevitables conversaciones que se inician con una relación me da escalofríos: donde vives, en qué trabajas, cuantos años tienes y bla, bla, bla….

La música seguía fluyendo de sus dedos.

- No te hablo de una relación ni de que te cases con ella. Te hablo de que se nota a la legua que le gustas, aprovecha la ocasión, un poco de sexo no hace daño a nadie.

Rod cogió una servilleta de papel de encima de la barra y se sacó un bolígrafo del bolsillo de la cazadora, dando por finalizada la conversación, comenzó a hacer la set list de esa noche. Como siempre, Rod y Paul serían los últimos en actuar.

Lo primero que Rod vio cuando subió al escenario fue a Jaimee. Hubiera sido imposible no hacerlo. Esta vez, ella no se refugió en el anonimato de las mesas más alejadas. Jaimee se sentaba en la mesa más cercana al escenario y jugueteaba con su pinta de cerveza, recorriendo los bordes del vaso una y otra vez con la punta de sus dedos.

Cuando Rod empezó a tocar It Makes no Difference de The Band pudo sentir la intensidad de la mirada de Jaimee sobre él. Y no sólo en su cara, si no en el resto de su cuerpo. Podía sentir cómo sus ojos seguían el movimiento de los dedos sobre el mástil de la guitarra, y los sentía también sobre sus labios cada vez que comenzaba una nueva estrofa.

Al principio Rod se sintió incómodo, y de manera disimulada trató de girar el taburete para no estar tan expuesto al escrutinio de sus ojos. Pero tras unas canciones, una sensación de calor y crudo deseo se asentó en su pecho, y se permitió el lujo de mirar directamente a la cara de Jaimee. 

Por primera vez pudo percibir por si mismo lo que Paul había intentando explicarle unas horas antes. Su piel blanca y perfecta, sin una sola peca, ni una sola mancha; su pelo brillante y lacio cayendo como una manta sobre sus hombros; sus dedos largos agarrando el vaso de cerveza con firmeza y sus labios llenos, redondos, sonrosados.

Su actuación estuvo plagada de cruces de miradas y sonrisas traviesas y encubiertas. Jaimee no podía evitar sentirse irremediablemente atraída hacia el flequillo largo y negro que cubría la frente de Rod, e imaginaba sus dedos despejándolo de la cara para poder mirarle directamente a los ojos.

Se sentía compelida hacia él, con una pulsión que no había sentido antes por otros hombres, a pesar de ser una mujer activa sexualmente. Siempre se había considerado una persona desinhibida y abierta, pero al observar sobre el escenario al hombre al que debía proteger de otros se sintió desnuda y desprotegida.

Su mirada recorrió el local por enésima vez desde que llegó allí hacía unas horas, en busca de alguna cara conocida, de algún peligro que por reconocido no dejaba de ser máximo, pero siempre volvía a ese escenario, a ese chico situado sobre él, y se dio cuenta de que si conseguía acercarse a él, si conseguía aproximarse a él y conseguía que esos brazos se cernieran en torno a su cuerpo, caería rendida ante él de manera rápida e inmediata.

Una vez finalizada la actuación, fue Rod quien se acercó directamente a la mesa de Jaimee, sin esperar a que ella hiciera la primera aproximación:

- Hola, una sorpresa verte de nuevo por aquí.

- Hola - contestó Jaimee con una enorme sonrisa, incapaz de ocultar su satisfacción por la proximidad de Rod. - ¿No Ryan Adams hoy?

Rod le devolvió la sonrisa.

 - No Ryan Adams hoy, pero lo tendré en cuenta para futuras ocasiones.

- No es una queja, dijo Jaimee y alargó la mano para acariciar la guitarra de Rod, tarareando la letra de la canción de The Band: It makes no difference when I turn / I can’t get over you and the flame still burns…

- It makes no difference night and day – continuó Rod - The shadow never seems to fade away…

Rod siguió el recorrido sobre la guitarra de los dedos de Jaimee, dejándose llevar por la intimidad del momento. Sentía como si esos dedos estuvieran recorriendo sus brazos en lugar de la guitarra, podía sentir la caricia sobre su piel con la misma intensidad.

El ruido de la puerta del local cerrándose de golpe le sacó de su embrujo, y apoyando su mano sobre la parte baja de su espalda dirigió a Jaimee hacia la barra.

- Vamos, te invito a una cerveza.

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