No es lo que parece


Sadie pidió dos menús de salchichas con puré y dos medias pintas y corrió a sentarse a la mesa del fondo. Afortunadamente, el Dicken’s Inn servía comida hasta bien tarde y pudieron por fin estar un rato a solas. Necesitaban estar fuera del hospital para poder hablar sin que Martin, su compañero de laboratorio, les interrumpiera.

-Bueno, cuenta. Por tu sonrisa de boba intuyo que sí que pudiste conocerle. ¿Qué ocurrió?
Los ojos de Jaimee chispeaban.

-¡Es mucho más guapo de lo que me habías dicho! Madre mía, ¡pero si es perfecto!
Sadie se sorprendió. Jaimee rara vez mostraba sus sentimientos de una forma tan abierta. Decidió aprovechar la situación. Se conocían desde hacía años y nunca le había visto perder el control por un chico.

-Hombre, guapo era, pero me parece que exageras un poco, ¿cuánta cerveza bebiste?
-Que no, que la cerveza no tiene nada que ver, que según entré estaba tocando mi canción favorita de Ryan Adams, y justo después versionaron a Oasis…

-Ah, vale, entonces lo que te ha dejado atontada es su música.

-No, no, deja que te cuente, eso es solo una parte. Sonaba tan… triste que ponía los pelos de punta. Su amigo Paul también tocaba genial.- a Jaimee se le agolpaban las palabras en la lengua y apenas conseguía hablar con coherencia.

-Ah, sí Paul, también le conocí en el hospital… oye, ahora que pienso, parecían muy unidos,  ¡a lo mejor son pareja!

-No, no. No creo… Bueno, no me lo pareció. – respondió Jaimee rápidamente. Sadie se rio de su reacción y decidió seguir picándola.

-No sé, a mí ni siquiera me miró, y es raro que no se girara al oír la voz de una chica. Definitivamente, me parece que no tienes nada que hacer.

Jaimee enrojeció.

 –Pero si no quiero hacer nada con él, solo digo que era tremendamente guapo. Además, me parece que flirteó conmigo. Al menos me miraba como si quisiera algo. ¡Y me invitó a una cerveza!- Sadie estalló en una carcajada.

–Vale, vale, que solo te tomaba el pelo, creo que te has tomado al pie de la letra el acercamiento que te propuse. Pero vaya, si consigues arrimarte a él tanto como creo que te gustaría, las cosas pueden ser mucho más fáciles.

El camarero llegó con el enorme plato del menú y las cervezas. Jaimee le dio un trago a su pinta. Se quedó pensativa.

-Oye, ¿crees que Archie puede ser el que haya vuelto? ¿Piensas que Roderick puede estar de verdad en peligro? Según me contaste, después de la pelea y el distanciamiento te llegaron un montón de cadáveres muertos en las mismas circunstancias ¿verdad?

Sadie removió su puré intranquila. Recordó la última vez que vio a Archie. Hacía más de 25 años que se fue de Londres, y las últimas palabras que cruzaron estaban llenas de odio y rencor. Todavía lo recordaba como si hubiera sucedido el día anterior. Su mente viajó hasta el momento en que Archie y ella discutieron por última vez.

- ¿Cómo que no queda compuesto?- le gritaba Archie- ¿pero cómo se te ocurre dejar que se lo lleven sin sacarle más sangre?

Tenía la cara roja de ira y la vena de su sien, normalmente prominente, ahora parecía que iba a estallar. Sadie respondió igual de furibunda.

- Fuiste tú quien acabó con Patterson antes de que pudiera sacarle más sangre. Fuiste tú quien no supo controlarse en el momento que hacía falta. Tú y tu estúpida ambición. Si murió fue por tu culpa, yo lo tenía todo bien planeado, pero tuviste que ir a su habitación y estropearlo todo.

Archie se acercó a Sadie haciéndola retroceder hasta la pared. Allí apoyó sus dos manos aprisionándola. Estaba tan cerca que su aliento agitado movía el flequillo de Sadie. Estaba fuera de sí. Dio un puñetazo en la pared tan fuerte que dejó un profundo agujero en el yeso recién pintado. Sadie cerró los ojos con fuerza. Archie respiró profundamente y con la voz atenazada por la ira logró hablar.

-No pienso renunciar a esto. Más te vale encontrar la forma de hacer más o haré de tu vida un infierno hasta que lo consigas.

Jaimee la sacó bruscamente de sus recuerdos devolviéndola al presente.

-¡Hola! ¿Estás bien? ¿Dónde te has ido?- preguntó moviendo la mano ante los ojos de Sadie.
-Perdona… al mencionar a Archie me ha venido a la mente la última vez que le vi. No es algo en lo que piense a menudo.

-Te preguntaba que si piensas que pueda ser él quien haya vuelto.- dijo Jaimee.

-No sé si será él, Hayden o Anna. Podría ser cualquiera de los tres, aunque sin duda él era el más bruto. Y sí, analicé al menos 20 cadáveres con ese desgarro de muñeca en menos de tres años. Nunca tuve la certeza de que fuera cosa suya, claro. Nunca me dejaron una nota de saludo, pero aún sin pruebas estoy segura de que era él.

Sadie ahora no conseguía quitarse de la cabeza aquellos meses desesperantes que siguieron al día del desastre. Tuvo que encubrir los asesinatos de Archie para evitar que la policía sospechara y abriera una investigación, lo que hubiera sido catastrófico para todos.
-¿Y no volviste a saber tampoco de los otros dos? Igual se fueron juntos.- continuó Jaimee ajena a estos pensamientos.

-Puede… desde la muerte de Patterson solo vi a Hayden unas pocas veces. Continuó trabajando un tiempo en el hospital y tomando muestras de los pacientes, pero un día desapareció, y ya no le volví a ver. Anna se fue sin decirme nada y no he vuelto a saber de ella.

Sadie sacudió la cabeza como intentando alejar los recuerdos. No quería pensar en ello ahora. Por su culpa, sus tres amigos más antiguos desaparecieron de su vida y no les había vuelto a ver. Volvió a pensar en Rod y la situación de peligro en la que estaba.

-Me parece que vamos a tener que estar muy pendientes de Patterson. Si han matado a su madre por error, van a ir a por él con toda seguridad. Y no tendrá ninguna oportunidad frente a ninguno de ellos. – dijo Sadie – creo que no te va a quedar más remedio que pegarte a él como un moco a un pañuelo día y noche.

Jaimee sonrió.

–Eso está hecho.
***
Rod echó un buen chorro de ginebra por la barra y la extendió con una bayeta por segunda vez en menos de diez minutos.

-Rod, que el Beefeater está muy caro, deja de limpiar la barra con él, ¡o al menos espera a que esté sucia!- exclamó Paul - ¿se puede saber qué te pasa?

Rod miró la barra como si fuera la primera vez que la veía.

-Perdona tío, es que no consigo concentrarme.

-Ya… seguro que ves gorros de lana por todas partes - rió Paul mientras se servía una cerveza. –No me extraña, que conste. Porque fuiste más rápido, que si no sería yo quien estuviera soñando con ella. ¿Quieres una pinta?

Rod sonrió. Paul estaba como siempre sacando las cosas de lugar. Vale que la chica era digna de merecer un pensamiento o dos, pero la cabeza de Rod no estaba para plantearse ya no una relación, sino un simple flirteo. Si estaba contento, era por haber conseguido dar el paso de volver a la rutina e intentar seguir adelante.

Pero definitivamente necesitaba serenarse y centrarse un poco antes de ni siquiera plantearse compartir algo de su tiempo con alguien que no fueran sus amigos más cercanos. Decidió no intentar explicárselo a Paul. Sabía que una vez que se le metía algo así en la cabeza, no conseguiría convencerle, así que le siguió el juego.

- Siempre fuiste un lento. Ponme esa pinta, que esto ya está listo para abrir.

Se sentaron en ambos taburetes con las cervezas en la mano. Paul alzó su vaso.

- Ésta por ti, por lo que me alegro de tenerte de vuelta.- Rod sonrió y chocó el vaso con el de Paul.

- Oye, si quieres a la del gorro, toda tuya, que yo ahora no tengo cabeza para nada. Si vuelve, para ti. Yo mismo os presentaré. Si consigo recordar su nombre, claro.
Paul se pasó la mano por los rizos sonriendo.

- Claro, no has pensado en ella en todo el día. Canturreabas al barrer pensando en mí. ¡Qué bonito, me siento halagado!- Rod se rió con ganas. Al escucharse a sí mismo se dio cuenta de que hacía semanas que no se reía.  

- Vale, vale, algo he pensado en ella, pero de verdad, que ahora no es el momento, y como tú nunca te comes un rosco, pues había pensado que podrías intentar algo… si es que no sale corriendo al ver tus chanclas, claro.

Paul estiró la pierna y movió los dedos de los pies separándolos todo lo que pudo.
- A mi mis pies me resultan sexys. Pero tienes razón, los guardaré para la segunda cita. 
Además con esto no puedo tocar la batería, y esta noche repetimos ¿verdad? Ayer fue como si no hubiera pasado un solo día desde nuestro último ensayo.

Rod miró la hora. Quedaba cerca de media hora para abrir, y seguramente una hora hasta que el primer cliente asomara la cabeza.

-¿Ensayamos una de los Beatles?


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