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Prólogo

1981


Sadie tiró la mitad del café por el desagüe. “Allá va… sin duda, el peor café del mundo” pensó. Se estiró las medias y se volvió a calzar los zuecos blancos. Recogió su cabello en un improvisado moño que sujetó con el bolígrafo recién robado de la recepción y salió al largo corredor tenuemente alumbrado con las luces auxiliares.

Le gustaba el turno de noche. No había casi gente deambulando por los pasillos del hospital, y los que había, solían estar tranquilos y concentrados en sus cosas. Nada de griteríos, llantos o ramos de flores más grandes que los portadores buscando la habitación de su familiar.

El hospital olía a nuevo. Llevaba abierto apenas un mes y todavía tenía ese aroma inconfundible de escayola y pintura frescas. Sadie había pedido el traslado atraída por la maquinaria de última generación con que lo habían equipado. Su cargo de Forense Jefe se vería beneficiado por la rapidez de los nuevos métodos de análisis que, gracias a los gigantescos ordenadores , reducirían a prácticamente la mitad el tiempo de espera para obtener los resultados de las pruebas. Ahora tendría los datos necesarios para conocer los motivos de los fallecimientos en un tiempo impensable hacía tan solo unos pocos años.
Sadie deambuló por el pasillo sin tener nada que hacer. No habían ingresado ningún nuevo cadáver en toda la noche y todo el papeleo del turno anterior estaba terminado y entregado. 

Decidió subir a ver a Hayden.

Hayden trabajaba en la tercera planta. Atendía a los pacientes en coma con escasa o nula actividad cerebral a los que los familiares con dinero se negaban a desenchufar de los respiradores que los mantenían con vida. Normalmente pasaban unos pocos meses hasta que por fin se hacían a la idea de que jamás despertarían. Entonces accedían a desconectarlos o incluso a donar los órganos.

Hayden se encargaba de que durante ese tiempo no les faltara suero, respiración asistida, higiene y algo de conversación. Les solía leer las noticias diarias, más por entretenerse él que por pensar que alguno le pudiera oír.

Sadie entró tras llamar suavemente a la puerta. Hayden sonrió al verla. Terminó de rellenar una ficha de ingreso y se levantó. Sus casi dos metros hicieron levantar a Sadie la cabeza para mirarle.

- ¡Hola Hayden! ¿Qué tal va la noche?

-Hola! pues más o menos tranquilo por aquí, se acaban de llevar a Lautner. Siete meses enchufado. No está mal. Además tenemos uno nuevo… ¿Y tú? ¿no tienes a nadie a quien embalsamar?

-Pues hasta ahora todo tranquilo, no tengo aviso de que me vayan a bajar a Lautner. Era el que se cayó escalando un muro ¿verdad?

-Sí, hay que estar un poco tarado....

 - ¿y quién es el nuevo?

- Cama uno. Accidente de coche. Encefalograma plano. No sé porqué le han subido aquí, no creo que dure ni una semana- respondió señalando con la cabeza a la primera cama.

Sadie se acercó. Thomas Patterson según la etiqueta de la cabecera. Un hombre atractivo, de treinta y pocos años. Complexión atlética y con la piel tostada por el sol. Las grandes cicatrices que cruzaban su torso en varias direcciones revelaban que el accidente debía haber sido brutal.

Sadie parpadeó. Siempre le afectaba ver una vida joven truncada de forma irremediable. Sabía que en pocos días, ese hombre estaría tumbado en una de sus camillas, desnudo y con una etiqueta colgando de un dedo del pie.

-¿Has tomado muestras?- le preguntó.

-Claro- respondió él ofreciéndole dos tubos de ensayo.

-Los analizaré con la nueva máquina que llegó ayer. La he instalado y configurado. Creo que nos ayudará mucho en la investigación.- Hayden no pudo evitar sonreír.

-No te das por vencida, ¿eh? Yo empiezo a pensar que no funcionará nunca.- Sadie se rió

-¿Darme por vencida? ¡Ni hablar!. El desánimo y yo no congeniamos. ¡Y siempre salgo ganando! ¿te espero para desayunar en el Cod Cofee?

-¡Claro! Me muero por un café de verdad.

Sadie salió con los dos tubos en el bolsillo y se dirigió a su laboratorio.

Un par de horas más tarde, mordisqueaba la punta de su bolígrafo pensativa. Volvió a mirar por el microscopio intentando descubrir por el método tradicional si lo que le estaba diciendo la máquina era correcto. En todos sus años de experiencia, no había visto una composición de sangre semejante.

La hemoglobina contenía muy pocos glóbulos rojos. Demasiado pocos para un ser humano, y no era una situación anormal provocada por el accidente o una enfermedad reciente. Según su ficha del hospital, su sangre había sido siempre igual, aunque nadie le hubiera prestado atención al dato. Nadie buscaba nada parecido.

Los días que siguieron los pasó observando a Patterson y analizando su sangre prácticamente a diario.

Patterson tenía un organismo de lo más inusual. Todo su cuerpo funcionaba más lento de lo común, la digestión, la oxigenación, e incluso la creación y eliminación de células. Su sangre tardaba en renovarse casi el doble de lo normal.

Sadie prácticamente no Salió de su laboratorio en tres semanas. Llevaba años buscando algo parecido. Había estado dando palos de ciego sin saber muy bien si sus investigaciones darían algún resultado, pero ahora tenía delante algo que le hacía pensar que había esperanza. Que aquella sangre tan inusual podría ayudarles a ser normales de nuevo.

No se atrevía a dar la noticia a sus compañeros. No quería que nadie se hiciera falsas ilusiones, después de dos desengaños anteriores, no diría nada hasta estar completamente segura.
Pero se le acababa el tiempo. La salud de Patterson empeoraba. Tenía que darse prisa en dar el paso o perderían la oportunidad más fiable que habían tenido en años.

Sadie se fue a casa, tomó un largo, caliente y espumoso baño que le hizo relajarse y aclarar las ideas.

Esa noche reunió a sus compañeros en el laboratorio de muestras. Les explicó lo que llevaba todo el mes haciendo, los resultados, sus conclusiones, sus esperanzas. En la cara de sus tres compañeros se reflejaba la emoción de comprender lo que todo aquello significaba.

-Conociéndote sé que no nos lo dirías si no estuvieras completamente segura de que va a funcionar, pero… ¿has pensado en los efectos adversos? ¿en lo que podría pasar si no funciona?- preguntó Archie.

-Por supuesto. He estado pensando, aunque no he conseguido responder a esa duda. No encuentro un motivo para pensar que pueda ser peligroso.

Se giró hacia una mesa que contenía varios tubos de ensayo. He creado este compuesto. En él he mezclado diferentes cantidades de sangre con heparina para ayudar a nuestro cuerpo a asimilar la sangre y mueran el menor número de células posible en el proceso.

Se hizo el silencio. Los cuatro se miraron expectantes. La emoción flotaba en la sala.
Sadie introdujo la aguja de una jeringuilla en el primer tubo, levantó la vista, después la manga de su bata, y acto seguido se inyectó el rojo y viscoso líquido.

***

No es lo que parece


Sadie pidió dos menús de salchichas con puré y dos medias pintas y corrió a sentarse a la mesa del fondo. Afortunadamente, el Dicken’s Inn servía comida hasta bien tarde y pudieron por fin estar un rato a solas. Necesitaban estar fuera del hospital para poder hablar sin que Martin, su compañero de laboratorio, les interrumpiera.

-Bueno, cuenta. Por tu sonrisa de boba intuyo que sí que pudiste conocerle. ¿Qué ocurrió?
Los ojos de Jaimee chispeaban.

-¡Es mucho más guapo de lo que me habías dicho! Madre mía, ¡pero si es perfecto!
Sadie se sorprendió. Jaimee rara vez mostraba sus sentimientos de una forma tan abierta. Decidió aprovechar la situación. Se conocían desde hacía años y nunca le había visto perder el control por un chico.

-Hombre, guapo era, pero me parece que exageras un poco, ¿cuánta cerveza bebiste?
-Que no, que la cerveza no tiene nada que ver, que según entré estaba tocando mi canción favorita de Ryan Adams, y justo después versionaron a Oasis…

-Ah, vale, entonces lo que te ha dejado atontada es su música.

-No, no, deja que te cuente, eso es solo una parte. Sonaba tan… triste que ponía los pelos de punta. Su amigo Paul también tocaba genial.- a Jaimee se le agolpaban las palabras en la lengua y apenas conseguía hablar con coherencia.

-Ah, sí Paul, también le conocí en el hospital… oye, ahora que pienso, parecían muy unidos,  ¡a lo mejor son pareja!

-No, no. No creo… Bueno, no me lo pareció. – respondió Jaimee rápidamente. Sadie se rio de su reacción y decidió seguir picándola.

-No sé, a mí ni siquiera me miró, y es raro que no se girara al oír la voz de una chica. Definitivamente, me parece que no tienes nada que hacer.

Jaimee enrojeció.

 –Pero si no quiero hacer nada con él, solo digo que era tremendamente guapo. Además, me parece que flirteó conmigo. Al menos me miraba como si quisiera algo. ¡Y me invitó a una cerveza!- Sadie estalló en una carcajada.

–Vale, vale, que solo te tomaba el pelo, creo que te has tomado al pie de la letra el acercamiento que te propuse. Pero vaya, si consigues arrimarte a él tanto como creo que te gustaría, las cosas pueden ser mucho más fáciles.

El camarero llegó con el enorme plato del menú y las cervezas. Jaimee le dio un trago a su pinta. Se quedó pensativa.

-Oye, ¿crees que Archie puede ser el que haya vuelto? ¿Piensas que Roderick puede estar de verdad en peligro? Según me contaste, después de la pelea y el distanciamiento te llegaron un montón de cadáveres muertos en las mismas circunstancias ¿verdad?

Sadie removió su puré intranquila. Recordó la última vez que vio a Archie. Hacía más de 25 años que se fue de Londres, y las últimas palabras que cruzaron estaban llenas de odio y rencor. Todavía lo recordaba como si hubiera sucedido el día anterior. Su mente viajó hasta el momento en que Archie y ella discutieron por última vez.

- ¿Cómo que no queda compuesto?- le gritaba Archie- ¿pero cómo se te ocurre dejar que se lo lleven sin sacarle más sangre?

Tenía la cara roja de ira y la vena de su sien, normalmente prominente, ahora parecía que iba a estallar. Sadie respondió igual de furibunda.

- Fuiste tú quien acabó con Patterson antes de que pudiera sacarle más sangre. Fuiste tú quien no supo controlarse en el momento que hacía falta. Tú y tu estúpida ambición. Si murió fue por tu culpa, yo lo tenía todo bien planeado, pero tuviste que ir a su habitación y estropearlo todo.

Archie se acercó a Sadie haciéndola retroceder hasta la pared. Allí apoyó sus dos manos aprisionándola. Estaba tan cerca que su aliento agitado movía el flequillo de Sadie. Estaba fuera de sí. Dio un puñetazo en la pared tan fuerte que dejó un profundo agujero en el yeso recién pintado. Sadie cerró los ojos con fuerza. Archie respiró profundamente y con la voz atenazada por la ira logró hablar.

-No pienso renunciar a esto. Más te vale encontrar la forma de hacer más o haré de tu vida un infierno hasta que lo consigas.

Jaimee la sacó bruscamente de sus recuerdos devolviéndola al presente.

-¡Hola! ¿Estás bien? ¿Dónde te has ido?- preguntó moviendo la mano ante los ojos de Sadie.
-Perdona… al mencionar a Archie me ha venido a la mente la última vez que le vi. No es algo en lo que piense a menudo.

-Te preguntaba que si piensas que pueda ser él quien haya vuelto.- dijo Jaimee.

-No sé si será él, Hayden o Anna. Podría ser cualquiera de los tres, aunque sin duda él era el más bruto. Y sí, analicé al menos 20 cadáveres con ese desgarro de muñeca en menos de tres años. Nunca tuve la certeza de que fuera cosa suya, claro. Nunca me dejaron una nota de saludo, pero aún sin pruebas estoy segura de que era él.

Sadie ahora no conseguía quitarse de la cabeza aquellos meses desesperantes que siguieron al día del desastre. Tuvo que encubrir los asesinatos de Archie para evitar que la policía sospechara y abriera una investigación, lo que hubiera sido catastrófico para todos.
-¿Y no volviste a saber tampoco de los otros dos? Igual se fueron juntos.- continuó Jaimee ajena a estos pensamientos.

-Puede… desde la muerte de Patterson solo vi a Hayden unas pocas veces. Continuó trabajando un tiempo en el hospital y tomando muestras de los pacientes, pero un día desapareció, y ya no le volví a ver. Anna se fue sin decirme nada y no he vuelto a saber de ella.

Sadie sacudió la cabeza como intentando alejar los recuerdos. No quería pensar en ello ahora. Por su culpa, sus tres amigos más antiguos desaparecieron de su vida y no les había vuelto a ver. Volvió a pensar en Rod y la situación de peligro en la que estaba.

-Me parece que vamos a tener que estar muy pendientes de Patterson. Si han matado a su madre por error, van a ir a por él con toda seguridad. Y no tendrá ninguna oportunidad frente a ninguno de ellos. – dijo Sadie – creo que no te va a quedar más remedio que pegarte a él como un moco a un pañuelo día y noche.

Jaimee sonrió.

–Eso está hecho.
***
Rod echó un buen chorro de ginebra por la barra y la extendió con una bayeta por segunda vez en menos de diez minutos.

-Rod, que el Beefeater está muy caro, deja de limpiar la barra con él, ¡o al menos espera a que esté sucia!- exclamó Paul - ¿se puede saber qué te pasa?

Rod miró la barra como si fuera la primera vez que la veía.

-Perdona tío, es que no consigo concentrarme.

-Ya… seguro que ves gorros de lana por todas partes - rió Paul mientras se servía una cerveza. –No me extraña, que conste. Porque fuiste más rápido, que si no sería yo quien estuviera soñando con ella. ¿Quieres una pinta?

Rod sonrió. Paul estaba como siempre sacando las cosas de lugar. Vale que la chica era digna de merecer un pensamiento o dos, pero la cabeza de Rod no estaba para plantearse ya no una relación, sino un simple flirteo. Si estaba contento, era por haber conseguido dar el paso de volver a la rutina e intentar seguir adelante.

Pero definitivamente necesitaba serenarse y centrarse un poco antes de ni siquiera plantearse compartir algo de su tiempo con alguien que no fueran sus amigos más cercanos. Decidió no intentar explicárselo a Paul. Sabía que una vez que se le metía algo así en la cabeza, no conseguiría convencerle, así que le siguió el juego.

- Siempre fuiste un lento. Ponme esa pinta, que esto ya está listo para abrir.

Se sentaron en ambos taburetes con las cervezas en la mano. Paul alzó su vaso.

- Ésta por ti, por lo que me alegro de tenerte de vuelta.- Rod sonrió y chocó el vaso con el de Paul.

- Oye, si quieres a la del gorro, toda tuya, que yo ahora no tengo cabeza para nada. Si vuelve, para ti. Yo mismo os presentaré. Si consigo recordar su nombre, claro.
Paul se pasó la mano por los rizos sonriendo.

- Claro, no has pensado en ella en todo el día. Canturreabas al barrer pensando en mí. ¡Qué bonito, me siento halagado!- Rod se rió con ganas. Al escucharse a sí mismo se dio cuenta de que hacía semanas que no se reía.  

- Vale, vale, algo he pensado en ella, pero de verdad, que ahora no es el momento, y como tú nunca te comes un rosco, pues había pensado que podrías intentar algo… si es que no sale corriendo al ver tus chanclas, claro.

Paul estiró la pierna y movió los dedos de los pies separándolos todo lo que pudo.
- A mi mis pies me resultan sexys. Pero tienes razón, los guardaré para la segunda cita. 
Además con esto no puedo tocar la batería, y esta noche repetimos ¿verdad? Ayer fue como si no hubiera pasado un solo día desde nuestro último ensayo.

Rod miró la hora. Quedaba cerca de media hora para abrir, y seguramente una hora hasta que el primer cliente asomara la cabeza.

-¿Ensayamos una de los Beatles?


Presagios cumplidos

Jaimee no opuso ninguna resistencia cuando Rod la empujó suavemente. La dejó apoyada justo enfrente del grifo de cerveza. Sirvió dos jarras bien frías de una suave tostada y se acomodó en un taburete delante de ella.

-Bien Heidi, cuéntame, ¿de dónde sales y cómo es que te sabes todas las canciones que tocamos?

-Jaimee, mi nombre es Jaimee. Y no te creas el gurú de la música…por ahora me las sé todas porque son de lo más previsible y comercial- dijo levantando una ceja.

-¡Aaaaaaaauuu! – exclamó Rod llevándose la mano al pecho- ¡eso ha dolido!

Jaimee se rió –la verdad es que hacía tiempo que no coincidía tan descaradamente con alguien en gustos… normalmente me tachan de rarita.

-No me digas, no sé porqué me suena, lo del tachado, digo…

Paul sonreía desde la barra mirándoles de reojo mientras atendía a los clientes que pedían sus últimas cervezas.

***

Sadie se desperezó aturdida. Dormir de día la descolocaba, pero era lo que tocaba cuando tenía turno de noche en el hospital. Miró el reloj. Las cinco de la tarde. Tenía que darse prisa. En poco más de media hora, previsiblemente Rod saldría de su casa. Se levantó y se dirigió a la ducha.

Al atravesar el pequeño salón vio parpadear la luz de su móvil encima de la mesa. “será Jaimee” pensó. Desactivó el modo silencio y pulsó para escuchar el mensaje. La emocionada voz de su amiga le saludó.

-Sadie, tenemos que vernos, ¡te tengo que contar todo! Ayer fue increíble. No solo se acordaba de mí, sino que me invitó a unas cuantas cervezas. Cuando se fueron todos los clientes, cerraron el pub y nos quedamos los tres hablando de música, y no te lo vas a creer, cogí una guitarra ¡y canté! Claro que para entonces ya llevaba unas cuantas pintas encima, fue increíble, como en nuestros viejos tiempos. ¡Fue divertidísimo!

Jaimee paró su verborrea para tomar aliento.- Bueno, después te doy detalles, llámame cuando te despiertes, ¡estoy emocionada!- Sadie sonrió mientras paraba el mensaje. “No, si apenas se te nota. Espero que no te lleves una decepción.

Antes de dejar el teléfono en la mesa, vio que tenía otro mensaje. Pensó que sería ella de nuevo, pero el mensaje llegaba de un número desconocido. Lo seleccionó para escucharlo. Solo se oía el ruido de la calle, nadie hablaba. El mensaje se cortó dejando a Sadie pensativa. Estaba segura de que no era un error, no era una llamada equivocada. Era uno de ellos. 

Decidió no darle más vueltas hasta que no se diera una buena ducha. Tenía la cabeza embotada por la hora inusual de dormir. Pero el sentimiento de intranquilidad que tenía desde la noche anterior no la dejó relajarse lo que hubiera querido.

Dos nuevos cadáveres con los mismos desgarros de muñeca habían sido encontrados en tan solo tres noches. Jude estaba preocupado y así se lo había transmitido a Sadie. De seguir así, la policía empezaría a sospechar de un asesino en serie, y si sus investigaciones les llevaban hasta ella, tendría problemas.

¿Cuál de ellos sería? Su instinto le decía que era Archie, pero era difícil saber. Después del experimento los tres habían mostrado un comportamiento muy violento. Sadie sintió una punzada en el estómago. No sabía qué suerte correría Patterson, estaba segura de que quienquiera que fuese no iba a intentar conseguir su sangre del mismo modo pacífico que tenía ella pensado. ¿Sabrían reproducir el compuesto? No estaba segura de que hubieran seguido investigando. Tendrían que vigilar a Patterson aún más de cerca. No le podían dejar solo ni siquiera un momento . Debían estar cerca de él en el momento que alguno de sus antiguos amigos apareciera. No podía permitir que le ocurriera nada. Ya no era solo por su sangre, que podía ser un valioso tesoro, sino porque no podía permitir que
Suspiró y abrió el cajón de la cómoda. Rebuscó entre los gruesos jerseys de lana hasta que encontró el arma de Jude y la guardó en su bolso. Deseó no tener que usarla.

Se enfundó unos gastados vaqueros, unas botas con suela de goma, un fino jersey de cuello vuelto y se recogió el pelo en una cola de caballo. El día era lluvioso y gris. Cogió su gabardina impermeable y  salió de su nuevo piso. Echó un vistazo al rellano de la planta superior sacando la cabeza por la barandilla todo lo que pudo. No se escuchaba ningún ruido. Bajó por las escaleras silenciosamente. No quería arriesgarse a coincidir en el ascensor con Rod.

Salió a la lluviosa tarde londinense y se refugió en el portal de al lado. No tuvo que esperar demasiado. Como cada día, Rod salió de casa protegido con un impermeable negro con capucha.

Para alivio de Sadie, tampoco hoy cogió la bicicleta. Comenzó a caminar hacia el metro con ella siguiéndole  a unos pocos metros.

Sadie echó un rápido vistazo a los transeúntes que rodeaban a Rod. Todo parecía tranquilo. Caminó con paso firme detrás de él. De pronto reparó en un hombre que dobló la esquina y se situó a pocos pasos de Rod. La estatura y la postura de sus hombros hicieron que un escalofrío recorriera la espalda de Sadie. Aceleró el paso para acercarse él. Levantó una mano intentando alcanzar su hombro, pero alguien la cogió del brazo y de un fuerte empujón la llevó hasta la entrada de un callejón. Una mano tapó su boca impidiendo que gritara.

-Sadie, no grites, soy yo, Hayden.

 Hayden retiró lentamente su mano. Sadie alzó la vista para mirarle a los ojos. Esos ojos que no había visto en años y que ahora le atemorizaban.

-Hayden…¿qué haces aquí? ¿ese era Archie?

-Sí, escucha atentamente porque no lo repetiré. Dejad en paz a Patterson. Olvidaos de él tú y tu amiga la morena.

-Pero ¿qué está pasando? ¿para qué le queréis? ¿aún os duran los efectos?- pregunto Sadie ansiosamente.

-No te puedo decir más. Hazme caso y lárgate de aquí. – Hayden se dio la vuelta y comenzó a caminar apresuradamente mezclándose con la multitud y dejando a Sadie paralizada por el temor ante la certeza de que los peores presagios se estaban haciendo realidad.

Atacados

Sadie se detuvo ante la puerta de Víctor. No le había avisado así que era más que probable que no estuviera en casa. Y de estarlo, seguramente no fuera solo.

Llegó hasta ella el sonido amortiguado de la música a todo volumen del interior. Respiró hondo y llamó al timbre. La sola idea de verle le aceleraba el corazón. Nunca se había querido rendir a sus emociones hacia él. La cabeza le decía que no era buena idea, así que lo que opinara su corazón era irrelevante.

Víctor abrió la puerta y esbozó su más radiante sonrisa. Sus azules ojos reflejaron que se alegraba sinceramente de verla.

-¡Sadie!

-Hola Víctor, espero no venir en mal momento - él la cogió de la mano y de un suave tirón la introdujo en el piso.

-Nunca es mal momento para ti.
***

Jaimee tenía esa sensación incómoda de que algo no iba bien que le solía acompañar tras intimar con alguien demasiado pronto. Era evidente que lo habían pasado bien juntos, pero no había duda en que Rod no sentía nada parecido a lo que sentía ella.

Ella se hubiera quedado abrazada a él toda la noche. Él prácticamente había huido a la ducha. No era buena señal.

Cuando le vio entrar en el pub sano y salvo, cogió un taxi y se dirigió al hospital con la cabeza bullendo en mil pensamientos.

Al llegar decidió intentar no pensar en él y centrarse en lo que tenía que hacer a continuación. Se acercó a la sala de seguridad del sótano, en el ala más vieja del edificio. Llamó a la puerta. Hume, el viejo escocés que llevaba años a cargo del departamento la recibió con el semblante serio.

-¡Jaimee! Qué casualidad. Estaba a punto de llamaros.

-Sr. Hume, ¿va todo bien?

-Tengo aquí algo que me ha llamado la atención. Ven.

Jaimee tragó saliva. El tono de Hume, habitualmente jovial, sonaba demasiado serio.

-Verás, ayer, durante mi ronda nocturna creí ver torcer la esquina de vuestro pasillo a alguien. Me resultó raro, porque allí abajo no suele haber un alma, valga el chiste. Decidí mirar más tarde las cintas, pero la verdad es que después me enfrasqué en mis cosas y se me olvidó el asunto. Hoy en casa lo he recordado y he echado un vistazo a la cinta nada más llegar. Tonterías de viejo, pero no me iba a quedar a gusto hasta revisarla.

Ya sabes que nuestro sistema es tan antiguo que están a punto de jubilarlo, así que no se ve demasiado bien. He pasado la cinta al PC para intentar dar un poco de nitidez la imagen y esto es lo que he visto. Quería hablar con vosotras antes de avisar a la policía.

Jaimee se acercó al monitor del PC con un mal presentimiento en el cuerpo. Hume activo el vídeo. A Jaimee se le dio la vuelta el estómago.

Vio salir a Archie del laboratorio. Lo reconoció sin problemas por las fotos que le había mostrado Sadie. Iba metiéndose la mano en el bolsillo. Era imposible ver si se había guardado algo o no, aunque a Jaimee no le cupo ninguna duda.

Archie miró a la cámara y pasó tocando una guitarra imaginaria. Sonrió a la cámara consciente de que estaba siendo grabado y desapareció del campo de visión.

Un instante después, su cabeza volvía a aparecer justo delante de la cámara. Puso la mano en su cuello e hizo el gesto de rebanarse el pescuezo mientras sacaba la lengua hacia un lado.

Jaimee tuvo que sujetarse a la mesa para que no se notara el temblor de sus rodillas.

-Es Víctor- mintió a Hume- el novio de Sadie. Seguramente vino a buscarla pensando que tenía turno de noche. Siempre hace el bobo cuando ve una cámara.

Hume la miró sorprendido.

–Pues por tu cara no parece que sea ninguna broma. ¿Seguro que es él? Creo que voy a poner esto en manos de la policía.

Jaimee tomó aire e intentó que su voz sonara natural. –Bueno, haz lo que debas, pero definitivamente es Víctor.

-Ahora que lo pienso,  ¿para qué venías tú? No te he dado tiempo a hablar.

-Bueno, no era nada, solo quería saber si tenías alguna cinta virgen VHS para prestarme… Pero no te molesto más, veo que estás ocupado.

Jaimee salió maldiciéndose por mentir tan mal. A no ser que Hume fuera tonto de remate se habría dado cuenta de que no había dicho una sola verdad desde que entró.

En cuanto se cerró la puerta apresuró el paso. Sacó el teléfono para llamar a Sadie. Pero el pulso le temblaba tanto que el teléfono se le cayó al suelo. Al agacharse a recogerlo, una mano se le adelantó. Hume le acercó el aparato. -¿Seguro que estás bien? Me parece que tienes mal aspecto.

Jaimee notó que los ojos se le comenzaban a poner llorosos. Cogió el teléfono bruscamente.

-Estoy perfectamente.

Y salió todo lo rápido que pudo mientras marcaba desesperadamente el teléfono de Sadie.
No recibió respuesta. Dejó un atropellado mensaje en el buzón explicándole lo que acababa de ver. No le cabía la menor duda del significado de los gestos de Archie. Rod estaba en peligro. Y en un peligro inminente.

Cogió otro taxi que, gracias a una generosa propina la llevó casi volando a Wapping High Street. Jaimee salió del coche preguntándose qué hacer, cómo proteger a Rod si Archie intentaba hacer algo. Aunque era buena luchadora tras años de taekwondo, por las historias que le había contado Sadie sabía que tenía muy poco que hacer frente a él.

Ya había anochecido y el callejón de entrada al pub aparecía como siempre casi apagado. El pequeño farol y las luces de neón del pub proporcionaban una luz del todo insuficiente. A Jaimee se le antojó el escenario perfecto para un ataque.

Al mirar a la puerta del pub, otro sentimiento sacudió su estómago. ¿Qué le iba a decir a Rod? Si aparecía de pronto en el bar tras la fría despedida, seguramente la malinterpretaría. Lógicamente  pensaría que estaba aquí para aclarar las cosas o para estar un rato más con él.

Una figura que entraba rápidamente al pub disipó todas sus dudas. Hayden había pasado casi por su lado y ni se había dado cuenta absorta como estaba en sus pensamientos. Jaimee entró corriendo tras él. Echó un rápido vistazo. Rod servía cervezas tras la barra mientras en el escenario un grupo de músicos afinaba instrumentos y amplificadores para comenzar su actuación en unos minutos.

A unos cuantos metros de Rod y mezclado con la gente que se agolpaba frente al escenario, estaba Hayden. Inconfundible con sus casi dos metros de alto y su nariz respingona. No parecía peligroso. Pero Jaimee sabía que sí lo era, y mucho.

***

Sadie salió de casa de Víctor sonriendo. Sus visitas siempre eran cortas pero terriblemente satisfactorias. Él la acompañó hasta el ascensor. Iba poniéndose de nuevo la camiseta negra que Sadie le había quitado. Se despidieron con un fuerte abrazo.

-Vuelve pronto tonta. Te echo de menos si tardas tanto…

Sadie salió del edificio. Nada más pisar la calle, su móvil vibró furiosamente al recibir unos cuantos mensajes seguidos. Escuchó espantada las noticias de Jaimee y subiendo a un taxi se dirigió  al pub a toda prisa maldiciendo al tráfico y al conductor.

***

Hayden dio unos pasos hacia la barra. Jaimee estaba paralizada. No sabía qué hacer. Rod no la había visto aún. Hayden se acercó aún más y cuando Rod se acercó a atenderle le pidió algo casi al oído. Le sirvió una cerveza.

Jaimee decidió actuar. Ya se le ocurriría algo que decirle a Rod. De momento no iba a dejar que Hayden se acercara más a él. Llegó hasta la barra y se puso al lado de Hayden, que la miró de arriba a abajo. Rod se sorprendió al verla. La saludó levemente con la cabeza y se alejó a servir a los clientes. Jaimee sintió de nuevo ganas de llorar.

Pero no tuvo tiempo. Hayden la cogió del brazo haciendo que se girara hacia él.

-Hola Jaimee. Creo que no nos conocemos personalmente, ¿sabes quién soy?

-Hayden, claro. Sadie me ha hablado de ti. Parece ser que fuiste alguien agradable en algún momento de tu vida.

Hayden sonrió. –Bien, veo que Sadie ya te ha contado lo nuestro. Supongo que sabes que ella es la culpable de todo esto.

Aunque tenía unas facciones agradables, su sonrisa era siniestra. Jaimee se soltó de su brazo con un gesto brusco.

-Suéltame. Ella no tiene la culpa de nada, cada uno elige lo que es.

Hayden la volvió a coger del brazo, esta vez más fuerte.

-Ya le avisé y ahora te aviso a ti. Manteneos al margen o esto acabará mal.

Jaimee se intentó soltar, pero Hayden la sujetaba fuertemente. Acercó la cara a la de Jaimee. Tanto que ella notó su aliento en el rostro. Sus ojos, antes verdes, se oscurecieron al ordenar asperamente:

-Fuera de nuestro camino.

Rod miró de reojo a Jaimee. Su expresión le dijo que algo no andaba bien. Dejó a medias la cerveza que estaba sirviendo y se acercó a toda prisa.

 –Jaimee, ¿quieres pasar detrás de la barra?-dijo sin quitar la vista de Hayden, que por fin le soltó el brazo.

-Toda tuya Patterson.

Rod se quedó mirándole en actitud desafiante. Hayden se dio la vuelta y desapareció entre la multitud. Jaimee estaba pálida y no podía ocultar el temblor que la sacudía.

Rod la empujó suavemente haciéndole un gesto.

-Ven adentro. Vamos a hablar.

La actuación comenzó. Un elevadísimo sonido de guitarras y batería se adueñó del pub haciendo imposible escucharse. Rod cogió su botella de cerveza y cogiendo a Jaimee de la mano, salieron por la puerta de atrás.

Ella supo que era un error en el momento que puso el pie en la calle. Un escenario perfecto, recordó.

***

Sadie estaba entrando en un estado de histeria. Todos los semáforos de Londres se iban poniendo en rojo a su paso. Un sentimiento de culpabilidad y de desesperación se adueñaba de ella. ¿Cómo había podido ser tan tonta de dejar su ordenador encendido ? Y con los datos de su investigación sin encriptar. Normalmente tomaba todo tipo de precauciones con sus archivos, pero los acontecimientos de los últimos días le habían hecho despistarse.

¿Qué habrían encontrado? No le preocupaba su investigación científica. Tenía la fórmula a buen recaudo, pero los datos acerca de Rod, sus costumbres, horarios, direcciones… todo estaba en un archivo desprotegido. Si habían topado con él sabrían dónde encontrarle en cada momento, y el gesto que le había descrito Jaimee por teléfono no dejaba lugar a dudas acerca de las intenciones de Archie.

Una pregunta le martirizaba ¿Qué querían hacer con él? Que querían su sangre era evidente, pero ¿se conformarían con sacarle un par de litros? ¿Qué harían con él después? La respuesta más obvia le aterraba. Se habían involucrado tanto en la protección invisible de Rod, que ahora no podía permitir que nada le pasara. Su sangre era demasiado valiosa, podía ser la cura de todos los que eran como ella. Y por otro lado estaba Jaimee. Parecía que se había encaprichado de verdad con él. No podían permitir que le pasara nada.

***

Rod bajó el par de escalones que le separaban del suelo y se giró para encontrarse de frente con Jaimee.

El viejo callejón aparecía desierto. La tenue luz del único farol anclado sobre los oscuros ladrillos  de la pared apenas conseguía iluminar un par de metros. El resto de la calle sólo se adivinaba entre la penumbra.

Jaimee miraba nerviosamente a su alrededor. Su expresión no era la que él esperaba. Estaba asustada, y mucho. Rod se empezó a preocupar.

-Jaimee ¿Quién era ese tipo? ¿le conocías? ¿qué quería? ¿y cómo es que sabe mi nombre?
Ella le cogió la mano y dio un pequeño tirón.

-Rod, volvamos dentro, tengo algo importante que explicarte  pero no aquí…

De pronto, su mirada asustada se transformó en puro terror. Archie avanzaba hacia ellos desde la oscuridad del callejón. Jaimee sintió que sus piernas flaqueaban.

-Vaya, mira qué casualidad. Justo a quien andaba buscando.

Rod se giró para enfrentarse a un enorme pelirrojo que si bien era de su altura, su corpulencia hacía que él pareciera insignificante. Caminaba hacia ellos despacio. Con una seguridad aplastante. Se detuvo a unos pasos de Rod.

Jaimee se interpuso entre los dos, empujándole hacia atrás.

-Archie, por fin nos conocemos. – Dijo Jaimee intentando con todas sus fuerzas transmitir una confianza que estaba muy lejos de sentir.

-Creo que no es momento para presentaciones. Esto no va contigo. Quítate de en medio. - Archie hablaba despacio. Su voz cavernosa resonó en el fondo de la calle.

Jaimee tragó saliva. Sabía que tenía muy poco que hacer frente a él. Le doblaba en tamaño. Ella era ágil y seguramente le cogería desprevenido si se enfrentaba a él. Contaba con el factor sorpresa, pero nada más. Miró ansiosamente a su alrededor buscando ayuda. Nadie.

-Tendrás que quitarme tú.- dijo con el tono más desafiante que pudo.

Rod la cogió de la cintura e intentó apartarla:

– Jaimee, ¿Qué estás haciendo?, déjame a mi manejar esto.

Jaimee giró la cabeza, miró a los ojos de Rod deshaciéndose de su mano y le empujó hacia atrás. Su mirada reflejaba miedo, pero también determinación. 

–Aléjate Rod, no sabes quién es ni lo que quiere.

Archie dio un paso hacia ellos.

-No te lo voy a repetir- dijo elevando la voz – apártate y mantente al margen. - Se notaba a las claras que estaba perdiendo la paciencia.

El sonido de la puerta de un coche rompió el silencio de la noche. Unos pasos se acercaron corriendo.

Jaimee vio por el rabillo del ojo a Sadie. Suspiró de alivio. Entre las dos tendrían una oportunidad. Su mirada mostró a Archie que apartarse era la última de sus intenciones.

Archie también la vio acercarse, ahora no lo tendría tan fácil. Decidió terminar cuanto antes.

-Tú lo has querido- murmuró mientras sus ojos se tornaban negros como la noche.

De su garganta salió un gruñido que parecía más animal que humano. Jaimee dio un empujón a Rod que le lanzó varios metros hasta dar contra la oscura pared del fondo del callejón. Allí se quedó mirando estupefacto lo que estaba ocurriendo delante de sus ojos.

-Patterson, ¡no te muevas de ahí!- le gritó Sadie mientras corría hacia Archie.

Archie saltó hacia Jaimee con los brazos extendidos hacia adelante. Sus manos no parecían manos, se asemejaban más a garras con afiladas uñas que se cerraron en torno a la garganta de Jaimee.

Ella, haciendo un brusco giro, esquivó el golpe y propinó una patada en el costado de Archie que lo lanzó al suelo. Sadie se abalanzó sobre él. Tenía en la mano una pequeña estaca de madera que apuntaba directamente a su corazón. Él consiguió moverse lo justo para que la punta sólo se le clavara en el hombro. La madera se hundió en su cuerpo abriéndose paso entre huesos y carne.

El alarido que profirió hizo que a Rod se le paralizara la sangre en las venas.

Archie se levantó y con el brazo contrario se sacó la estaca del hombro. Al instante Jaimee ya estaba allí intentando quitársela. Archie lanzó un puñetazo a su cara que le dio de pleno en el pómulo haciendo que cayera al suelo. Acto seguido levantó el brazo con la estaca preparándose para clavársela en el pecho. Jaimee, desde el suelo, lanzó la pierna hacia la rodilla de Archie. 

El crujido de los huesos resultó espeluznante. El rostro de Archie se desfiguró por el dolor y la rabia. Abrió la mandíbula en un terrible rugido mostrando unos afilados y enormes dientes. Toda su boca rezumaba espuma. Sadie se lanzó nuevamente hacia él aprovechando el momento de debilidad, pero Archie reaccionó y acertó a cogerle del cuello levantándola unos centímetros del suelo.

En un rápido movimiento la arrojó contra la pared. Sadie aterrizó a pocos pasos de Rod, golpeándose tan fuerte la cabeza contra el duro ladrillo que Rod pudo oír un estremecedor chasquido de huesos. Corrió hacia ella, Sadie le miró un momento mientras sus párpados se cerraban.

-Huye…-acertó a murmurar antes de perder la consciencia.

Arrodillado, tiró la botella de cerveza que absurdamente aún conservaba y cogió la cabeza de Sadie apoyándola en sus piernas en un intento de acomodarla. Notó como un líquido caliente se deslizaba por sus manos. Se las miró aterrorizado, palpó la nuca de Sadie notando como el cráneo estaba abierto en una gran herida y cómo la sangre se escapaba de su cuerpo.

Rod comenzó a temblar. Levantó la vista buscando ayuda, pero solo acertó a ver cómo Archie, con el rostro desencajado por el dolor y la rabia conseguía tirar a Jaimee al suelo, y levantando el brazo todo lo que pudo, cogió impulso y clavó con toda la fuerza de su cuerpo la pequeña estaca en el corazón de Jaimee.

-¡Jaimeeeeee! – gritó horrorizado- ¡Noooo!

Archie se levantó y le miró. Tenía el cuerpo ensangrentado, los ojos completamente negros, y la boca, en la que se adivinaban los enormes dientes, deformada en una mueca triunfal. Sus ojos se clavaron en los de Rod, que notó como un escalofrío de miedo le recorría el cuerpo. Archie dio un paso hacia adelante. Se tambaleó al apoyar su peso en la rodilla magullada, pero el dolor no le impidió continuar avanzando.

Rod estaba paralizado, arrodillado en el suelo aún con la cabeza de Sadie apoyada en sus rodillas. Incapaz de moverse o siquiera pensar. Los músculos no le respondían. Archie avanzó otro paso haciendo que Rod notara que le costaba respirar. Estaba aterrorizado. Veía a Jaimee inmóvil a pocos pasos de él, seguramente muerta. Sabía que el siguiente sería él.

Bajó la mirada hacia Sadie, inmóvil. Buscó algo con la vista con lo que defenderse. La botella  parecía una broma. Estaba perdido y lo sabía. Levantó de nuevo los ojos para ver que Archie estaba tan solo a unos pasos. Venía sin prisa, renqueando, con la mirada fija en él.

Los ojos de Sadie se abrieron de pronto. Parpadeó y miró a Rod, que tenía la cara desencajada de miedo. Sadie giró la cabeza, vio a Archie y se levantó de un salto como si nada le hubiera pasado, como si no hubiera estado inconsciente y no hubiera perdido tanta sangre que el pantalón de Rod estuviera empapado en el rojo líquido.

Archie se detuvo. La miró a los ojos, sonriendo. Con unos dientes tan largos y afilados que le desencajaban la mandíbula. Sadie tardó un momento en interpretar el gesto de satisfacción de Archie. Buscó a Jaimee. La encontró. Inerte en el suelo. Le bastó un instante para comprender. Las rodillas le empezaron a flaquear, la respiración se hizo más rápida. Un sentimiento de furia se apoderó de ella.

Su mirada volvió a los ojos de Archie, que continuaba observándola con gesto de superioridad. Sadie notó cómo la sangre se le aceleraba con el furioso latido de su corazón.

Una sensación de fuerza irresistible se apoderó de ella. Se lanzó a la carrera hacia Archie que esperó su embestida con los brazos abiertos.

El choque de los dos cuerpos fue brutal. Aunque Archie era notablemente más alto que Sadie, el empujón hizo que se tambaleara. Su rodilla volvió a crujir. Sadie notó el gesto de dolor y en seguida comprendió que era su única oportunidad. Con todas sus fuerzas, lanzó una patada contra la maltrecha rodilla de Archie que cayó al suelo. Sadie aprovechó la ocasión y cogiendo impulso, dirigió la pierna hacia su cabeza en una fortísima patada. Pero él reaccionó a tiempo y con una mano le paró el pie apenas a unos centímetros de su cara.
Levantó bruscamente la pierna de Sadie haciéndola caer de espaldas. Rápidamente se sentó a horcajadas encima sobre su pecho sujetándole los brazos contra el suelo.

-Hayden te avisó. Te dijo que te mantuvieras alejada de él. Esto ha pasado por no hacernos caso. Ya lo sabes. Si no nos ayudas, te conviertes en un estorbo y acabarás como tu amiga. Tú eliges. 

Archie se levantó y echando un último vistazo a Rod salió corriendo cojeando. Pronto el lugar se llenaría de gente, habían hecho demasiado ruido. - Malditas renegadas-. Pensó. Ahora tendría que esperar a otra ocasión para coger a Patterson.

Sadie se incorporó aturdida. Intentando recuperar el control de sus emociones. Gateando se acercó hasta Jaimee.

-Jaimee… - solo consiguió susurrar el nombre. La voz no le respondía.

Vio la estaca en el corazón. Supo al instante que no había esperanza ninguna. Que Jaimee no se levantaría. Que ya no abriría más los ojos. Sadie notó como si su cuerpo se vaciara de golpe. Sintió una opresión en el pecho que le impedía respirar. No era posible que aquello estuviera ocurriendo.

Con ambas manos cogió la estaca y con un fuerte tirón la sacó. Una pequeña sacudida estremeció el cuerpo de Jaimee.

Sadie se miró las manos, ahora manchadas de la sangre de la que había sido su amiga y confidente durante tantos años. Sus ojos se empañaron y comenzó a jadear. Notó la boca seca al musitar,

-Jamie, no…tú no, tú no … por favor, no puede ser…

Sadie acariciaba la cara de Jaimee, con manos temblorosas le apartó el flequillo hacia un lado en un gesto que ella siempre hacía. Las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente. Se inclinó hacia Jaimee apoyando la frente en su pecho.

-Ha sido mi culpa… te has ido por mi culpa.

El dolor atenazó su garganta impidiéndole seguir hablando. Abrazaba el cuerpo de Jaimee como si pudiera traerla de vuelta con solo desearlo con todas sus fuerzas. Los sollozos estremecían su cuerpo.

Rod se levantó y se acercó a Sadie. No entendía lo que acababa de pasar, solo sabía que Jaimee acababa de dar su vida solo por protegerle. Las preguntas se agolpaban en su mente, pero sabía que no era el momento.

Se arrodilló al lado de Jaimee, el miedo que acababa de sentir estaba dejando paso a un vacío que reconoció al instante. Ver el cuerpo sin vida de Jaimee hizo que su mente se bloqueara.

Miró a la chica que hacía unas pocas horas le había hecho reír y que le había besado haciéndole por un rato olvidar todos sus problemas. La chica a la que había abrazado y que se había entregado totalmente a él. No podía creer que se hubiera ido. No podía estar muerta.

Sadie alzó la mirada. Tenía los ojos enrojecidos. Por sus mejillas resbalaban imparables las lágrimas. Su mirada se encontró con la de Rod, parecía tan perdido como ella.

Un coche se detuvo en la entrada del callejón. Jude bajó corriendo.

-Sadie, ¿qué ha ocurrido? ¿Estás bien?... ¡Oh Dios mío, Jaimee!

Llegó a toda prisa hasta ellos. Cayendo de rodillas al lado del cuerpo de Jaimee. Sujetó su mano, la miró con una ternura infinita.

-Jaimee… pequeña…

Cerró los ojos y le besó la frente. Apretó los puños tan fuertemente que todos los músculos se le tensaron bajo la camisa. Mantuvo los labios unos segundos en la fría frente de Jaimee cubriéndola con su agitado aliento. Finalmente abrió los ojos y se incorporó.

Ayudó a Sadie a levantarse. La abrazó. 

–Jude… yo… no he podido…- Sadie no pudo continuar hablando. Hundió la cara en el pecho de Jude mientras los sollozos volvían a agitar sus hombros.

-Vamos, tenemos que salir de aquí.- dijo él acariciándole despacio la espalda. Miró nerviosamente a su alrededor - Patterson, tú también debes venir, es peligroso quedarse.
Rod se quedó de piedra. También Jude le conocía.